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Inscripciones chinas Shang

Inscripciones oraculares chinas Shang

La dinastía Shang (chino: 商, Wade-Giles: Shang1, pinyin: Shāng) (1766a.c1122a.c), 商 quiere decir “comercio”, por lo tanto, quiere decir “la dinastía comercial”. También conocida como dinastía Yin (殷), (殷 también quiere decir ardiente o apasionado) es la segunda dinastía en la historia de China y la primera cuya existencia histórica está documentada. Su extensión territorial abarcaba el valle del río Amarillo.

Hasta el siglo XX muchos expertos dudaban de la existencia real de la dinastía Shang, dado que no se disponía de evidencias al respecto; todas las menciones a los reyes Shang aparecían en obras chinas escritas muchos siglos después, durante la época Zhou. Sin embargo, numerosos descubrimientos arqueológicos realizados a lo largo del siglo XX confirmaron la existencia de esta dinastía y por tanto la fiabilidad de los textos del periodo Zhou.

Los principales hallazgos arqueológicos en el valle del río Amarillo que han confirmado la existencia de los reyes Shang son los objetos rituales de bronce y, muy en especial, los huesos oraculares, caparazones de tortuga (plastrones) y grandes omóplatos de animales (en su mayor parte de ganado bovino) sobre los que se realizaban y escribían predicciones oraculares basadas en la piromancia.

Estas inscripciones tenían típicamente tres secciones: una pregunta para el oráculo, la contestación del oráculo, y el resultado que reflejaba si el oráculo tenía razón. Estos textos escritos en los huesos oraculares son la forma más antigua que se ha conservado de la escritura china y han desempeñado un papel fundamental en las investigaciones recientes sobre el origen y desarrollo de los caracteres chinos. La información proporcionada por los huesos oraculares provee una visión privilegiada de las primeras etapas de la civilización china sobre variados aspectos, como política, economía, cultura, religión, geografía, astronomía, calendario, arte y medicina.

Yinxü y Las inscripciones sobre caparazones de tortugas

La existencia de la civilización china se ha registrado durante el transcurso de miles de años, y ha podido ser comprobada en los tiempos actuales de muy rica sobre todo en reservas subterráneas. A partir del siglo 20 en que se introdujo en China la arqueología contemporánea, se han producido muchos e importantes descubrimientos arqueológicos.

En el municipio An´yang de la provincia de Henán, en el centro de nuestro país, existe una ruina metropolitana de 24 kilómetros cuadrados de superficie, mundialmente reconocida como la ruina Yinxü. Conforme a los registros históricos, en el siglo 14 antes de nuestra era, el rey de la dinastía Shang, Pan Geng, trasladó hasta allí la capital desde Qüfu, provincia de Shandong. En los 300 años posteriores ese lugar resultó el centro político, cultural y económico de la dinastía.En el año 1046 a.n.e., el rey Wu de la dinastía Zhou, derrotó al último rey Zhou de la dinastía Shang, de modo que este lugar fue convertido  en una ruina. Como la dinastía Shang se nombraba Yin, y la palbra ruina se pronuncia en chino como Xü, de ahí se derivó el nombre de Yinxü, el que mantiene desde entonces.

(foto: Yinxü)

La exploración y descubrimiento de Yinxü, ha sido el logro arqueológico más importante del siglo 20. Se han desenterrado gran cantidad de reliquias, incluidas las inscripciones sobre caparazones de tortugas, objetos de bronce, entre otros. El primer descubrimiento ha sido clasificado como uno de los grandes eventos en la historia arqueológica del mundo.

(foto: las inscripciones sobre caparazones de tortugas)

Esas inscripciones son letras antiguas inscritas en las cubiertas y los huesos de los animales. Para lograr tal hecho, primeramente se  extraía la sangre y la carne de los huesos y se cortaban, luego eran  grabados con alguna herramienta de corte, en la parte interior del caparazón o la parte exterior del hueso del animal. Los grabados se realizan por medio de ordenanzas. Los divinatorios, o sea, los encantadores, esculpen su nombre, la fecha de adivinación y las preguntas a plantear en el caparazón o hueso. Queman luego las grabaduras, que al ser calentadas, se agrietan y esas aberturas son llamadas “zhao”. Los encantadores analizan las direcciones de esas grietas y dan finalmente un resultado. Esculpen también las envolturas o los esqueletos de ser exactos los resultados de la adivinación. Finalmente esos caparazones o huesos con toda grabadura son conservados como archivos oficiales.

En Yinxu, se han desenterrado hasta la fecha más de 16,000 pedazos de caparazones y huesos, algunos completos, y otros, pedazos sin escrituras. Según estadísticas realizadas, los diversos tipos de caracteres grabados en ellos, totalizan más de 4,000, y aproximadamente 3,000 han sido estudiados e investigados por los eruditos, los que mediante sus explicaciones han planteado que solamente han identificado mil de esos caracteres, pues los restantes no se encuentran legibles, presentando grandes divergencias por parte de los eruditos. A pesar de esto, a través de estos mil caracteres, la gente ha podido conocer en general la política, economía, cultura, entre otros, de la dinastía Shang.

Además de las inscripciones realizadas en la dinastía Shang, últimamente se han descubierto otros idénticos grabados de más temprana edad, pertenecientes a la dinastía Zhou del Oeste. Pero no  catalogados de tanta importancia como los de la dinastía Shang, por su poco contenido y cantidad.

El significado más importante del desenterramiento en Yinxü, no reside sólo en las letras en los caparazones y los huesos, ya que los arqueólogos han descubierto allí más de 50 ruinas de palacios, templos y otras construcciones, 12 tumbas de emperadores, miles de cementerios de aristócratas y plebes, mil fosas de sacrificio, cinco talleres de artesanía, más de 30 hoyas de carretas y caballos, así como gran cantidad de objetos de bronce, jade, cerámica, hueso, todo lo cual ha ofrecido una representación e imagen de la sociedad antigua de nuestro país.

Algunos descubrimientos arqueológicos se correlacionan poco con relatos escritos acerca de la dinastía Shang, que gobernó desde la caída de la dinastía Xia hasta la época de la Dinastía Zhou de alrededor de 700 años, hasta alrededor de 1000 a.C. La fecha es sólo aproximada porque los historiadores no están de acuerdo en la datación. Los principales relatos antiguos están en las Actas del Gran Historiador que fueron escritos entre aproximadamente 109 a.C y 91 a.C por Sima Qian y otro texto que se llama los Anales de bambú (竹 书 纪年) que era un texto que se dice que fue enterrado con el rey de Wei, que murió en el 296 a.C y fue redescubierto en el 281 d.C, durante la dinastía Jin. El texto fue escrito en piezas planas de bambú, y es por eso que se llama los Anales de bambú. Sin embargo, al igual que las historias acerca de la dinastía Xia, las historias sobre Shang puede ser mitos o fábulas simplemente que estaban vigentes en la época de los Reinos Combatientes. A diferencia de la dinastía Xia, en la dinastía Shang había registros escritos en forma de inscripciones sobre huesos y objetos de bronce. El Imperio Shang tenía una jerarquía gobernante, un alto nivel de la artesanía de bronce, y un sistema de escritura jeroglífica.

Los Antiguos Registros Escritos

Está escrito que el rey Tang de la tribu Shang (1675-1646) vio caer al ultimo gobernante Xia. El último rey Xia, Jie, fue nombrado, y vivía en el lujo y la decadencia, y además él era opresivo. Así que empezó a atacar el pueblo de Xia, Tang empleó hombres sabios para que lo ayudaran. Hubo una rebelión, y Tang Shang conquistó a los Xia en el año 1600 antes de Cristo. El propio pueblo de Jie se puso del lado de los Shang. Se dice que él gobernó bien, porque bajó los impuestos y las tribus periféricas se convirtieron en vasallos. Su territorio se incrementó de manera que incluyó territorios mucho más al sur y llegó hasta el mar.

El último rey Shang se llamó Shang Zhou. Una tribu vecina se llamaba Zhou. Al igual que el rey Jie de la Dinastía Xia, fue derrotado por los gobernantes Zhou debido a esto su propia gente se rebeló. Sus propias tropas y los esclavos se unieron a los Zhou en la última batalla. El nuevo gobernador Zhou fue llamado Zhou Wu. Él permitió que el hijo de Shang Zhou gobernase el pueblo Shang como vasallos. Los gobernantes Zhou también desterraron a personas destacadas de los Shang a otros lugares.

Descubrimientos Arqueológicos de la Era de Cultura Shang

Se han encontrado ciudades de la era Shang alrededor de todo el río Amarillo y al sur, cerca del río Yangtze. Estos pueblos, aparentemente compartían una cultura similar. Las ciudades tenían murallas para su defensa. Se cree que la ciudad Yin de la dinastía Shang fue nombrada capital. Se encontró cerca de Anyang. El sitio se llama las Ruinas de Yin. Las tumbas Yin y lugares rituales contenían armas y los restos de los seres humanos y los animales sacrificados. El pueblo Shang practicaba el sacrificio humano. Fueron encontrados miles de huesos del oráculo con inscripciones. Los huesos de oráculo son los huesos en los que las personas inscribían jeroglíficos. Se cree que estos huesos fueron utilizados para la adivinación o la magia. Los jeroglíficos muestran que las personas tenían un lenguaje escrito.

En 1976, los arqueólogos abrieron una tumba sin saquear llamada Tumba 5. Era la tumba de Lady Fu Hao. Ella tuvo una carrera militar, y un historiador llamado Robert Thorp dijo que la variedad de armas en su tumba se correlacionan con las inscripciones de huesos del oráculo. Las vasijas de bronce y herramientas demostraron que la gente Shang tenía un alto nivel de tecnología de la metalurgia del bronce. Ellos fueron capaces de producir grandes ollas.

De acuerdo a los relatos históricos, la civilización en la región se desarrolló alrededor del río Amarillo bajo el reinado de las dinastías Xia, Shang y Zhou. No hay mención de ningún otro reino avanzado en la región. Sin embargo, los arqueólogos han descubierto otras culturas la Edad del Bronce que desmienten la idea de que la civilización de los pueblos de la región sólo se desarrolló a lo largo del río Amarillo.

Sanxingdui (2000-1250 a.C)

La más importante de las civilizaciones la Edad del Bronce que existieron contemporáneamente con la cultura Shang que se llama la cultura de Sanxingdui. Fue descubierta hace unos 25 años. La tecnología del bronce de este reino era diferente a la del pueblo Shang y tal vez más avanzada. Esta cultura también construyó grandes ciudades amuralladas. Sin embargo, la cultura era muy diferente. Arqueólogos chinos descubrieron esta civilización en el año 1986. El sitio arqueológico se encuentra en la provincia de Sichuan unos 40 kilómetros al noreste de Chengdu. Análisis de plomo y otros metales en las piezas fundidas de bronce indica que algunos de los metales se obtienen de los mismos lugares que las personas Shang obtuvieron su metal. Al parecer, hubo un contacto entre los dos pueblos, pero la gente Sanxingdui no se menciona en los relatos antiguos, como los Anales de bambú. Esto contradice la historicidad de los antiguos registros escritos.

La civilización tuvo la alta tecnología de fundición de bronce, y fueron capaces de hacer objetos de bronce inusualmente grandes y finamente diseñados, mediante la adición de plomo para hacer la aleación de bronce. No hay textos o no se han encontrado inscripciones, y no hay ninguna mención de esta cultura en los registros de otras culturas. Esta cultura sigue siendo intrigante y misteriosa. Lea más en Sanxingdui.

Desarrollo de Escritura china en Dinastía Shang

Los escritos en la zona se remontan a los jeroglíficos que se usaron en la dinastía Shang. No se sabe mucho acerca de la dinastía Shang, o su escritura. No se han encontrado documentos, apenas sólo unos miles de jeroglíficos escritos en objetos de bronce y los huesos del oráculo. Los primeros textos que se han descubierto datan de la dinastía Zhou (1045-256 a.C), que conquistó la dinastía Shang. El sistema de escritura jeroglífica más tarde evolucionó en los caracteres chinos ideográficos y parcialmente fonéticos que se utilizan hoy en día. Lea más sobre la escritura china.

Profecías chinas

Las inscripciones tienen más de 3.000 años de antigüedad. (Museo Nacional de Escritura China)

El Museo Nacional de Escritura China de Anyang, en la provincia de Henan, solicita ayuda. Lleva ya años estancado con unas escrituras de más de 3.000 años de antigüedad. Tienen miles de caracteres tallados en huesos y conchas, quizá los primeros registros de la civilización china, esperando a ser traducidos, pero no hay manera. A estas alturas, se les hace bola, nadie en el departamento sabe qué significan y, por eso, el museo ha difundido un SOS global en busca de auxilio y ha ofrecido una jugosa recompensa para aquellos que resuelvan el misterio: nada menos que 100.000 yuanes, alrededor de 13.000 euros, por cada símbolo descifrado.

Aunque las inscripciones, que se remontan a los tiempos de la dinastía Shang (reinó desde el 1766 a.C. hasta el 1122 a.C.), se parecen a los caracteres de la escritura china moderna, llevan siendo un enigma durante siglos. Aquí no hay piedra Rosetta ni nada que se le parezca. No obstante, los investigadores ya han logrado descifrar alrededor de 2.000 caracteres, y son los 3.000 restantes los que se les atascan. Se cree que los símbolos fueros esculpidos en conchas de tortuga y omóplatos de bueyes por adivinos y que registran predicciones de todo tipo, desde el clima o los impuestos de la época hasta el paso de un cometa o un eclipse.

Si traducimos un sustantivo o verbo, el hallazgo puede resucitar el estudio de otras escrituras y ayudarnos a entender la historia

El museo espera que los 13.000 euros de recompensa sean incentivo suficiente para que los expertos emerjan. Asimismo, ofrece 50.000 yuanes, unos 6.300 euros, para cualquiera que proporcione una explicación definitiva para uno de los caracteres en disputa. En este sentido, las autoridades chinas alientan a estos futuros investigadores a utilizar, junto con los métodos más tradicionales, las técnicas que la tecnología ofrece (como los big data y la nube), para comprender y compartir los progresos que se vayan produciendo. Aquellos que soliciten la recompensa tendrán que escribir un informe que debe ser recomendado al menos por dos especialistas de alto nivel antes de su presentación.

Quedan más de 3.000 símbolos por descifrar. (Museo Nacional de Escritura China)

Nombres de personas o lugares

La teoría principal hasta ahora asegura que la mayoría de los caracteres que quedan por traducir hacen referencia a nombres de personas o lugares. “Los textos se escribieron hace miles de años y muchos lugares han cambiado sus nombres, por eso es difícil verificarlos”, señala Liu Fenghua, especialista de la Universidad de Zhenghou, en el diario ‘Chengdu Economic Daily’.

Se cree que los símbolos fueros esculpidos por adivinos y que registran predicciones sobre el clima o los impuestos de la época

Dada la expectación que gira en torno a los extraños símbolos, dar significado a uno de ellos sería un logro considerable en la carrera de cualquier científico. “Si interpretamos un sustantivo o un verbo, el hallazgo puede resucitar la investigación de muchas escrituras de este tipo y nos puede ayudar a entender mejor la historia antigua”, asegura Zhu Yanmin, profesor de historia de la Unviersidad de Nankai, en el ‘Beijin Youth Daily’. Sin embargo, el proceso está durando más de la cuenta y, como señala Fenghua, “muchos investigadores han cambiado su foco de investigación a otros temas por razones económicas”.

Una nueva era de la arqueología

El misterio pervive no solo desde que se inició la investigación, sino que se conoce desde hace siglos, cuando los huesos fueron desenterrados por unos granjeros de la provincia de Henan. Muchos de ellos se vendieron en los mercados de medicina tradicional y no fue hasta 1899 cuando el anticuario chino Wang Yirong hizo públicas las inscripciones talladas en lo que se creía que eran “huesos de dragón”.

Entrada del museo. (Museo Nacional de Escritura China)

El descubrimiento provocó un gran interés entre los coleccionistas ricos, a muchos de los cuales se les dio gato por liebre y terminaron comprando falsificaciones. El misterio se adormeció hasta 1920, cuando la Academia de las Ciencia de China descubrió más huesos que se remontan al comienzo de la Edad de Bronce y, en concreto, a la dinastía Shang. Desde entonces, se han desenterrado cerca de 200.000 fragmentos óseos y cerca de un cuarto de ellos tienen inscripciones.

De superar el punto muerto en el que se encuentra la investigación ahora, se iniciaría así una nueva era en la que gracias a las nuevas tecnologías y la ayuda de personas fuera de los círculos habituales del museo o académicos se podría encontrar solución a los enigmas que aún plantean los artefactos de la antigüedad.

Bozo

Bozo

El ‘hombre de hielo de Minnesota’

Un extraño ser viajó congelado de feria en feria por el Medio Oeste norteamericano a finales de los 60. Era un homínido de 1,8 metros y largo pelaje marrón, que parecía haber muerto de un disparo en un ojo. Se exhibía dentro de un bloque de hielo en un ataúd de cristal refrigerado. Frank D. Hansen, el dueño de la barraca, cobraba 25 centavos a quien quisiera ver de cerca al “hombre de la Edad del Hielo”, una atracción de feria más cuando el herpetólogo Terry Cullen se interesó por él en Milwaukee en otoño de 1967.

Cullen trató de llamar la atención de la comunidad científica sobre el primate. No lo consiguió y, en diciembre de 1968, contactó con Ivan T. Sanderson, un naturalista que había escrito un libro defendiendo la realidad del yeti. Dio la casualidad de que Sanderson tenía como invitado en su casa al zoólogo belga Bernard Heuvelmans, el padre de la criptozoología, la búsqueda de seres legendarios. Los dos viajaron inmediatamente a la granja de Hansen en Minnesota y, tras tres días de exámenes visuales y fotos, concluyeron que Bozo, como llamaron al espécimen congelado, era algo extraordinario.

Hansen no quería que el hallazgo trascendiera, pero los cazadores de monstruos sí. Heuvelmans defendió, en el boletín del Instituto Real de Ciencias Naturales de Bélgica, que Bozo era un ejemplar de una especie neandertaloide que sobrevivía en Vietnam. Sanderson explicó en la televisión y en la revista Argosy que se trataba de un eslabón perdido entre el mono y el hombre, y pidió al primatólogo John Napier, de la Institución Smithsoniana, que examinara el cuerpo; pero, cuando el científico consiguió la autorización de sus jefes para hacerlo, Hansen dio la espantada.

El cambiazo

El feriante anunció en abril de 1969 que ya no tenía en su poder al homínido, y que nunca más lo volvería a tener ni a exhibir, aunque lo que iba a llevar de gira durante el verano se le “asemejaría en muchos aspectos”. “Parecía que una réplica había reemplazado al original, pero no había, por supuesto, garantía de que el original fuera real“, indica Napier en su libro Bigfoot, the yeti and sasquatch in myth and reality (Mito y realidad del bigfoot, el yeti y el sasquatch, 1973). La copia difería en detalles del ‘hombre de hielo de Minnesota’ que habían visto los criptozoólogos en casa de Hansen.

Napier calcula que el feriante invirtió en 1967 unos 50.000 euros en crear la criatura original. Dos años después, como su éxito comercial era moderado, Hansen filtró su existencia a los dos cazadores de monstruos. Lo que no esperaba es que, a raíz del entusiasmo de Sanderson y Heuvelmans, una institución científica se interesara por su homínido. Entonces, descongeló el muñeco, le hizo pequeñas modificaciones, lo volvió a congelar y se inventó el cuento de la réplica. Nadie podría acusarle nunca con pruebas de estafar al público, de que todo había sido un montaje.

 

 

 

 

 

 

 

Inscripción de Behistún

Inscripción de Behistún

La inscripción de Behistún, grabada en la pared de un acantilado, contiene el mismo texto en tres idiomas, donde se explica la historia de las conquistas del rey Darío I, y está ilustrada con imágenes talladas del soberano con otros personajes presentes.

Coordenadas:  34°23′26″N 47°26′09″E

País:  Irán

N.° identificación: 1222

La inscripción de Behistún (en persa: بیستون ) es una inscripción monumental en piedra de la época del imperio aqueménida (s. VI a.C.). Está inscrita sobre la pared de un acantilado en la provincia de Kermanshah, al oeste de Irán, a unos 100 metros de altura. Fue ordenada inscribir por Darío I de Persia en algún momento posterior a su accesión al trono del imperio persa en 522 a.C. y antes de su muerte en 486 a.C.

La inscripción incluye tres versiones del mismo texto, en tres lenguajes diferentes, empleando escritura cuneiforme: persa antiguo, elamita y babilonio. Un oficial del ejército británico, Sir Henry Rawlinson, transcribió la inscripción en dos momentos, en 1835 y 1843. Rawlinson pudo traducir el texto cuneiforme en antiguo persa en 1838, y los textos elamitas y babilonios fueron traducidos por Rawlinson y otros después de 1843. Está inscripción es a la escritura cuneiforme lo que la Piedra de Rosetta a los jeroglíficos egipcios: el documento clave para el desciframiento de una escritura antigua desconocida que muestra el mismo texto en otro idioma conocido. El lenguaje babilonio era una forma tardía del acadio; ambas son lenguas semíticas. La inscripción de Behistún fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2006. Abarca una zona de protección de 187 ha y una zona de respeto de 361 ha.

La inscripción

El texto de la inscripción es una proclamación de las hazañas de Darío I de Persia previas a su acceso al trono. Los tres textos, que presentan básicamente el mismo contenido, están escritos en tres lenguas distintas, usando para cada uno una adaptación de la escritura cuneiforme. El panel inmediatamente bajo el friso está escrito en persa antiguo, una lengua indoeuropea. Los otros dos textos fueron escritos en elamita y babilonio, ambas lenguas semíticas. Darío gobernó el Imperio Persa desde el año 521 a. C. hasta el 486 a. C. En algún momento hacia el 515 a. C. ordenó la creación de esta inscripción, que describiera un largo relato de su ascenso frente al usurpador Gaumata y las subsecuentes guerras victoriosas de Darío y el sofocamiento final de la rebelión, para ser así inscritas en un acantilado cercano a la moderna ciudad de Bisistun, en las colinas de los Montes Zagros de Irán, en el punto donde se yerguen desde el llano de Kermanshah.

La inscripción mide aproximadamente 15 metros de alto por 25 de ancho, y se halla 100 metros por encima de un acantilado al lado de un antiguo camino que unía las capitales de Mesopotamia y Media (Babilonia y Ecbatana). Su acceso es muy complicado, ya que, después de su finalización, las laderas fueron eliminadas para hacer la inscripción más perdurable.

Columna 1 (DB I 1-15), boceto de Fr. Spiegel (1881).

El texto en persa antiguo contiene 414 líneas en cinco columnas; el texto elamita incluye 593 líneas en ocho columnas y el babilonio tiene sólo 112 líneas. La inscripción fue ilustrada con un bajorrelieve de la vida de Darío, dos sirvientes y diez figuras de un metro de altura, que representan los diferentes pueblos conquistados; el dios Ahura Mazda, representado como Faravahar, se muestra flotando sobre el conjunto de figuras mientras bendice al rey. Una figura parece haber sido agregada después de que las otras estuvieran acabadas, al igual que la barba de Darío, que es un bloque de piedra separado unido a la figura con pernos de hierro y plomo, un hecho realmente excepcional.

En la historia antigua

La primera referencia histórica de que se tiene noticia sobre la inscripción es a través del autor griego Ctesias de Cnido, quien conoció su existencia sobre el 400 a. C. Tácito asimismo la menciona e incluye una descripción de algunos de los antiguos monumentos auxiliares en la base del acantilado, donde había un manantial. Lo que se ha podido recuperar de ellos es coherente con la descripción de Tácito. Diodoro de Sicilia también escribe sobre el “Bagistanon” y sostiene que fue inscrito por la reina Semíramis de Babilonia.

Tras la caída del Imperio Persa y los reinos herederos (el imperio macedonio, el imperio parto y el imperio sasánida), y después de que la escritura cuneiforme cayera en desuso, la naturaleza de la inscripción fue olvidada, y se le atribuyó un origen cuando menos fantasioso o mítico. Durante siglos, en vez de ser atribuida a Darío (uno de los primeros reyes persas), se creyó que procedía del reino de Cosroes II de Persia (uno de los últimos). Una leyenda narraba que había sido creada por Farhad, amante de la esposa de Cosroes, Shirin. Exiliado por su transgresión, se encomendó a Farhad la tarea de horadar la montaña para encontrar agua; si tenía éxito, le darían autorización para casarse con Shirin. Tras muchos años y ya con media montaña suprimida, Farhad encontró agua, pero Cosroes le informó que Shirin había muerto. Se volvió loco, y se lanzó desde lo alto del acantilado. Naturalmente, Shirin no había muerto, y se ahorcó al enterarse de la noticia.

Descubrimiento

Textos cuneiformes de la inscripción de Behistún.

No fue hasta 1598, cuando el inglés Robert Sherley la vio durante una misión diplomática en Persia en nombre de Austria, que la inscripción atrajo por primera vez la atención de los eruditos de Europa Occidental, quienes llegaron a la conclusión de que era un relato de la ascensión de Jesús. Las interpretaciones bíblicas erróneas por parte de los europeos fueron abundantes en los dos siglos siguientes, incluyendo teorías tales como que se trataba de Cristo y sus apóstoles, las tribus de Israel o Salmanasar I de Asiria.

En 1835, Sir Henry Rawlinson, un oficial del ejército británico que entrenaba al ejército del Sah de Persia, empezó a estudiar seriamente la inscripción. Como en esa época el nombre de la ciudad de Bisistun se había anglicizado en “Behistun”, el monumento empezó a ser conocido como la “inscripción de Behistun”. A pesar de su inaccesibilidad, Rawlinson consiguió escalar el acantilado y copiar la inscripción en persa antiguo. La versión en lengua elamita se encontraba al borde de un abismo, y la versión en lengua babilonia estaba cuatro metros más abajo; ambas estaban lejos de ser fácilmente alcanzables y se dejaron para ulteriores intentos.

Pertrechado con el texto persa, y con una tercera parte de un silabario puesto a su disposición por el experto en escritura cuneiforme Georg Friedrich Grotefend, Rawlinson empezó a trabajar para descifrar el texto. Afortunadamente, la primera sección del texto contenía una lista de reyes persas idéntica a la descrita por Heródoto. Emparejando los nombres y los caracteres, Rawlinson pudo descifrar en 1838 la forma cuneiforme usada por el persa antiguo.

Vinieron luego los dos textos restantes. Después de una prolongación de su servicio en Afganistán, Rawlinson volvió a estudiar la inscripción en 1843. Con unos tablones cruzó el espacio existente entre el texto en persa antiguo y el elamita, y lo copió. Entonces encontró a un resuelto chico de la zona que escaló por una grieta del acantilado con cuerdas y aparejos hasta el texto babilonio, de manera que se pudieran tomar moldes en papel maché. Rawlinson tradujo el texto y el lenguaje babilonios, independientemente de Edward Hincks, Julius Oppert y William Henry Fox Talbot, quienes también contribuyeron al descifrado. Edwin Norris y otros fueron los primeros que hicieron lo mismo con el elamita. Conociendo tres de los lenguajes primarios de Mesopotamia, y tres variaciones de la escritura cuneiforme, estos descifrados fueron una de las claves para situar la Asiriología en una situación de modernidad.

La figura inferior muestra los estilos de escritura de tres grandes sistemas cuneiformes: babilónico, ugarítico y asirio.

Se cree que Darío quiso situar la inscripción en un lugar inaccesible para mantenerla a salvo de modificaciones. Su legibilidad jugó un papel secundario, pues el texto es completamente ilegible desde el nivel del suelo. El monumento sufrió algunos daños en la Segunda Guerra Mundial porque los soldados británicos lo usaban para prácticas de tiro. El rostro de Ahura Mazda está completamente destrozado.

http://www.proel.org/index.php?pagina=alfabetos/sumerio

https://reydekish.com/2016/06/10/el-redescubrimiento-de-las-lenguas-ancestrales/

Se conocen signos más o menos desde 3.400-3.200