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Felino, gato

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Primer felino, el gato Félicette

El primer gato en el espacio, lanzado en octubre de 1963

Félicette, denominada “Astro-cat[1] Actualmente es el único gato que han sido enviados al espacio.[2] Fue el primer gato para ser enviado al espacio por un país y el único gato que sobrevivieron el experimento.

Corrían los primeros años 60 y la Guerra Fría estaba en su apogeo. La Francia del general de Gaulle se resistía a dejar de ser una potencia mundial. Y nada mejor que un programa espacial para mantener la grandeur de la nación. En 1949 los franceses comenzaron a construir un polígono de pruebas para cohetes y misiles en Hammaguir, justo en medio del desierto argelino. El complejo sería conocido como CIEES (Centre Interarmées d’Essais d’Engins Spéciaux) y pronto comenzaron a lanzarse desde allí todo tipo de vehículos. Los más conocidos serían la familia de cohetes Véronique (VERnon électrONIQUE), creados para estudiar la alta atmósfera y perfeccionar los sistemas de guiado y navegación de los futuros misiles franceses. Varias versiones científicas de cohetes sonda Véronique (Véronique N, Véronique NA, Véronique AGI, etc.) fueron lanzadas desde Hammaguir a partir del 19 de octubre de 1954 (por cierto, vale la pena recordar que el Véronique sería el primer cohete lanzado desde el centro de Kourou en la Guayana Francesa en 1968).

En 03 de noviembre de 1957 los soviéticos enviaron Laika, un perro, al espacio con el Sputnik 2. El perro era un callejero en las calles de Moscú. Murió en el espacio y fue el primer animal vivo para entrar en órbita. Enos fue el primer chimpancé que orbitaba la tierra en 29 de noviembre de 1961, enviados por la Americans (NASA). Sobrevivió el vuelo y orbitó la tierra en una hora y 28 minutos.

Félicette era un gato callejero blanco y negro, encontrado en las calles de París por un traficante de animales, que más tarde fue comprado por el gobierno francés.[3] El francés tenía alrededor de catorce gatos en formación (en el equipo como high-G centrifuges y compression chambers) en 1963.[4] Los animales fueron entrenados por el Centre d’enseignement et de Recherches de Médecine Aéronautique (CERMA).[3]

Durante las pruebas todos los gatos tenían electrodos permanentes conectados a su cerebro para evaluar actividad neurológica.[3]

El 18 de octubre de 1963 en 8:09, Félicette fue enviado al espacio en un Véronique AGI 47 sounding rocket (made in Vernon, Haute-Normandie).[5] Véronique vino desde la II Guerra Mundial de los alemanes Aggregate rocket family, y fue el precursor del Francés Diamant, lanzador de satélites. La AGI Veronique fue desarrollada para la International Geophysical Year (Año Geofísico Internacional) en 1957 para la investigación biológica. Siete de los quince hizo, llevaría a animales vivos. Fue un vuelo no-orbital y duró quince minutos, alcanzando una altura de 156 kilómetros. Un brevísimo viaje a más de seis veces la velocidad del sonido que la sometió a fuerzas nueve veces superiores a la de la gravedad.

El gato se recuperó con seguridad después de que la cápsula en paracaídas a la tierra.

Félicette era sacrfificada 3 meses más tarde por los científicos para llevar a cabo más pruebas en su implante de cerebro, por autopsia de sus restos.[4]

Perros, monos y chimpancés eclipsaron el papel del único felino que ha viajado al espacio. La Historia suele ser un animal injusto. Por suerte, un campaña de Kickstarter se ha puesto el mundo por montera y ha decidido reivindicar que no es de recibo que “en los últimos 54 años, la historia de la primera y única gata en ir a al espacio haya sido olvidada. Merece ser recordada”.

¿Su idea? Construir una estatua de bronce en su ciudad natal, París. Y, aunque lo parezca, no es nada excéntrica. Ham, el chimpancé que se adelantó 10 semanas a Gagarin y se convirtió en el primer homínido espacial, fue enterrado en el Salón Internacional de la Fama del Espacio en Nuevo México. Laika tiene un monumento de más de dos metros inmortalizando su contribución. En cambio, Félicette ha sido olvidada.

En 2017 se inició una campaña de crowdfunding para recaudar fondos para que una estatua pública Félicette bronce conmemorar su trabajo. La campaña fue financiada completamente en noviembre de 2017.[4][6][7] En 1997, sellos postales conmemorando Félicette y otros animales en el espacio fueron creados en Chad.[8]

Cohete francés de sondeo, similar a la que llevó a Félicette

Es cierto que el viaje de Félicette no fue tan espectacular como el de otros célebres astronautas, que no se vendió como una hazaña en el juego de la Guerra Fría y que no ha sido reivindicada por programas de televisión; pero nos permitió saber muchas cosas sobre el espacio que hasta ese momento eran una incógnita. La agencia espacial francesa seleccionó a 14 gatos para entrenarlos en el vuelo espacial y, aunque no fue fácil, fue Félicette la que se llevó el gato al agua. El entrenamiento fue esencialmente el mismo que recibían los humanos (con centrifugadoras y con pruebas médicas equivalentes).

Había una buena razón para ello: la misión de Félicette era mucho más que una demostración tecnológica. Se concibió para ayudar a entender cómo afectaba la falta de gravedad a los animales. Esa era una pregunta esencial para dar los siguientes en la carrera espacial. Félicette fue clave para comprender las relaciones entre la vida y el espacio; y, en cierta forma, no es bueno que lo olvidemos. Sobre todo ahora, que estamos tocando el cielo con la punta de los dedos.

Felicette, la gata lanzada al espacio por Francia en 1963 (AFP)

 

 

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