Kuélap
Kuélap
Kuélap o Cuélap es un importante sitio arqueológico preinca ubicado en los Andes nororientales del Perú, en la Provincia de Luya, fue construido por la cultura arqueológica Chachapoyas. Forma un conjunto arquitectónico de piedra de grandes dimensiones caracterizado por su condición monumental, con una gran plataforma artificial, orientada de sur a norte, asentada sobre la cresta de roca calcárea en la cima del Cerro Barreta (a 3000 msnm.). La plataforma se extiende a lo largo de casi 600 metros y tiene como perímetro una muralla que en algunos puntos alcanza 19 metros de altura. Se estima que su construcción debió iniciarse hacia el siglo XI, coincidiendo con el periodo de florecimiento de la cultura Chachapoyas, y su ocupación debió culminar hacia mitades del siglo XVI. Sus colosales murallas y su compleja arquitectura interior son evidencias de su función como un conjunto poblacional bien organizado, que incluye recintos de índole administrativa, religiosa, espacios ceremoniales y de residencia permanente.
Ubicación y acceso
El complejo arqueológico de Kuélap está ubicado en las coordenadas 6°25′9.29″S 77°55′22.85″O, en el departamento de Amazonas, provincia de Luya. Se accede desde la carretera del Leimebamba, dejando la carretera asfaltada a la altura de Nuevo Tingo, cercano a la ribera del Utcubamba, donde el camino prosigue por vía carrozable en ascenso, hasta llegar a una planicie en las proximidades del monumento, donde encontramos un sendero que nos lleva directamente a la Ciudadela. También es posible el acceso por un sendero empinado que parte del poblado de El Tingo, cercano a la ribera del Utcubamba, con un recorrido de 8.9 kilómetros y un desnivel de 1200 metros. A partir del mes de octubre del 2016 se podrá hacer uso de los teleféricos, actualmente en construcción, que a parte de transportar a los turistas desde el pueblo de Nuevo Tingo en tan solo 20 minutos, permitirá disfrutar del majestuoso paisaje en plena ceja de selva.
Descubrimiento
Este monumental exponente de la arquitectura de los chachapoyas permaneció virtualmente ignorado hasta 1843. La razón estriba en lo poco accesible de la zona boscosa y lluviosa en la que se encuentra. En el año referido, al realizar una diligencia en la zona, Juan Crisóstomo Nieto, juez de Chachapoyas, pudo admirar su grandeza guiado por lugareños que ya conocían el sitio arqueológico. Con posterioridad, Kuélap mereció la atención de algunos estudiosos y curiosos en materia de antigüedades. Entre ellos descuella el francés Louis Langlois, que lo analizó en la década de los años 1930, y Adolf Bandelier, que lo describió con anterioridad.
Fachada este de la fortaleza de Kuélap.
Descripción
Acceso principal
La entrada principal atestigua su uso para personajes de alto estatus, no solamente por su forma y detalles arquitectónicos, sino además, por la ubicación de numerosos bloques de piedra en su construcción que fueron ornamentados con diversos símbolos de tipo religioso que incluyen rostros y animales míticos, serpientes y símbolos de profundo contenido religioso. En este acceso se han mantenido los testimonios del proceso de crecimiento del sitio, incluyendo grandes capas de relleno que permitieron de manera sucesiva la extensión del acceso, tanto en altura como su crecimiento hacia el interior.
Mira una de las tres entradas estrechas a la fortaleza.
Templo Mayor
El Templo Mayor es uno de los centros sagrados de mayor importancia para el monumento. Este edificio en la forma de un cono truncado invertido, tiene 13.5 m. de diámetro en su parte superior, en la cual se han registrado numerosas evidencias de ofrendas diversas en rituales complejos que incluyó el colocar huesos humanos dentro del recipiente interior, que se convirtió así en un gran osario. En torno al edificio se han encontrado diversos entierros humanos y ofrendas que proceden desde la costa norte, como desde la sierra de Ayacucho en el sur y Cajamarca en la sierra norte.
Imagen del interior de la fortaleza
Plataforma circular
La Plataforma Circular, ubicada inmediatamente sobre la muralla sur del sitio, tuvo una función íntimamente vinculada con el Templo Mayor. En esta plataforma debió residir el personaje que tuvo bajo su responsabilidad el funcionamiento del templo. El final de la historia ocupacional de Cuélap, se relaciona con una masacre de grandes proporciones que ocurrió de manera exclusiva dentro de los límites de esta plataforma, que no incluyó mujeres, pero que fue realizada por un grupo local bien organizado, en el marco de un conflicto por el poder. Este hecho fue seguido de un gran incendio que marca los días finales de ocupación del sitio. este triste acontecimiento debió ocurrir alrededor de 1570 cuando se establece el sistema de reducciones de indios por el poder colonial español. En el centro de esta plataforma hubo un osario semejante al que se registró en la parte superior y central del Templo Mayor.
Pueblo Alto
El Pueblo Alto se ubica en la parte norte y oeste del sitio y tiene una muralla que lo delimita y separa del resto del asentamiento. Tiene tres sectores bien definidos, a los cuales se accede por dos accesos, uno que permite ingresar al sector norte y central y el otro que permite el acceso solamente al sector sur, de carácter básicamente residencial.
La Tumba Inca del Pueblo Alto Sur
Dentro de una estructura especial se descubrió una tumba Inca, de un personaje adolescente, con ofrendas de alta calidad, que incluye fina cerámica, objetos de madera muy destruidos y una nariguera de metal. Es posible que se trata de una ofrenda del tipo Capacocha, costumbre Inca en los centros de mayor importancia religiosa del imperio. -Sector Central del Pueblo Alto Este sector debió cumplir una función pública durante los últimos momentos de ocupación. Por esta razón, solamente cuanta con tres estructuras de formas cuadradas y rectangulares, de época Inca, que se superponen a estructurales circulares más antiguas. En el extremo sur de este sector, se ubica una estructura cuadrangular muy destruida, que contenía numerosos entierros humanos primarios y secundarios. Este edificio debió tener un techo a dos o cuatro aguas. Debajo de ella hay evidencias de edificios más antiguos.
Callanca
Vista de Kuelap.
Este es un edificio de época Inca. Es el más grande del sitio, es de forma rectangular y ha sido propuesta su función como Callanca, un edificio que servía durante la época Inca, para propósitos ceremoniales bajo techo, pero también como hospedaje para viajeros o invitados.
El Torreón
Edificio sólido de tipo ceremonial ubicado en el extremo norte del sitio, forma parte del sector norte del Pueblo Alto y colinda con un abismo inaccesible hacia el lado oeste. En la parte superior se encontraron centenares de piedras de naturaleza caliza que fueron redondeadas para ser utilizadas como proyectiles para honda, los que debieron ser utilizados para propósitos ceremoniales, ya que para propósitos defensivos no cumplía un papel significativo. si se utilizó hondas, el espacio superior solo debió permitir la presencia de muy pocas personas, tal vez una sola que las arrojaba hacia el oeste, ya que hacia el este, los techos de las casas vecinas impedía la visibilidad.
Antigüedad y abastecimiento
Es evidente que Kuélap es un monumento anterior al Imperio inca. Considerando su carácter monumental, es indudable que debió desempeñar un papel protagónico en el pasado de la cultura chachapoyas. En efecto, la arquitectura de Kuélap es, en términos generales, la misma que se halla dispersa en el área cultural de los chachapoyas. Lo que no se ha podido precisar hasta ahora es en qué momento del largo proceso de desarrollo de la cultura chachapoyas, cuyos inicios podrían remontarse al siglo VIII, fue levantado el monumento de Kuélap. Asimismo, se desconoce el tiempo que perduró su florecimiento y cuándo y por qué fue abandonado.
Hay otros aspectos que no han podido ser dilucidados, como el transporte de los bloques de piedra hasta lo alto de la montaña y la habilidad de los arquitectos involucrados en la construcción, que supieron dotarla de un sofisticado sistema de drenaje del agua de las lluvias. En la actualidad, por estar obstruidos sus conductos, el monumento se ha ido “hinchando”. Al dilatarse la gran plataforma, las piedras de las murallas que la revisten van desprendiéndose. Tampoco ha quedado aclarado cómo se llevaba a cabo el suministro de agua para sus moradores; tal vez algunos de los recintos carentes de acceso hayan servido como reserva. Los demás recintos, en su gran mayoría, debieron ser almacenes de alimentos a la manera de los tambos incaicos, en los que se solía edificar un conglomerado de graneros.
Función
En cuanto a la función para la que se construyó Kuélap, también se carece de una respuesta satisfactoria. Popularmente, el monumento es calificado de “fortaleza”, por su ubicación y por la solidez y altura de sus muros. Adolf Bandelier, y especialmente Louis Langlois, trataron de demostrar que Kuélap, más que fortaleza, habría podido ser un lugar fortificado destinado a servir de refugio a la población en casos de emergencia. Le atribuyeron, probablemente por analogía, el mismo papel que desempeñaron los burgos en la Europa medieval.
Los altos muros que enchapan la plataforma y la estrechez del acceso a la ciudadela en su tramo final sugieren, en efecto, que el monumento de Kuélap pudo construirse con miras a servir como reducto defensivo, o que por lo menos debió ser un sitio protegido de los intrusos. Pero esta posibilidad no necesariamente anula otras interpretaciones, acaso de mayor trascendencia.
Así, teniendo en cuenta la función desempeñada por la arquitectura monumental en el pasado arqueológico peruano en general, la cual estuvo relacionada con las necesidades socioeconómicas motivadas por el medio, puede concluirse que Kuélap pudo básicamente ser un santuario precolombino en el que residía una poderosa aristocracia cuya misión primaria era administrar la producción de los alimentos, recurriendo para ello al mando y a prácticas mágicas, a fin de contar con la colaboración de los poderes sobrenaturales que gobernaban los fenómenos atmosféricos, que, de no ser bien honrados, podían hacer llover en exceso o azotar a los hombres con sequías que pudieran hacer peligrar su existencia.
Una gigantesca muralla, que alcanza los 30 metros de altura por 580 de largo nos da la bienvenida. Es la gran barrera pétrea que protege a Kúelap
Una gigantesca muralla, que alcanza los 30 metros de altura por 580 de largo nos da la bienvenida. Es la gran barrera pétrea que protege a Kúelap, la fortaleza de los chachapoyas, los «guerreros venidos de las nubes». Para entender el carácter inexpugnable de esta ciudadela, basta decir que está ubicada sobre la cima de una gran montaña, a 3.000 metros sobre el nivel del mar, y rodeada de precipicios por tres de sus cuatro lados. Para su construcción se utilizaron únicamente enormes bloques de piedra caliza unidos con argamasa.
La otra gran baza defensiva de la fortaleza reside en sus accesos: sólo hay tres puertas, en forma de estrechos callejones (también amurallados) y con una pendiente muy pronunciada. Los tres metros de ancho de la boca de entrada se van reduciendo paulatinamente hasta llegar a unos angostos 70 cm, lo que impedía el acceso a más de una persona a la vez. El mismo concepto defensivo usado, siglos atrás, por 300 espartanos en el paso de las Termópilas.
El legado histórico de Kuélap es fascinante, siendo uno de los pocos restos arqueológicos de Perú que se mantienen bien conservados. Podríamos decir que Kuélap ha tenido suerte: la dificultad de su ubicación y el gran desconocimiento general sobre la cultura de sus constructores han colaborado a preservarlo casi intacto del poder destructivo de la mano del hombre y del turismo masivo. Dentro de la ciudadela, todavía se pueden apreciar 420 casas de las más de 700 que se supone llegó a tener en su máximo apogeo, con sus tres mil habitantes. La zona residencial está conformada básicamente por dos gigantescas plataformas superpuestas, donde se edificaron las viviendas y los espacios ceremoniales. La plataforma superior, de menor superficie que la inferior, es donde se localizan 80 construcciones de mayor tamaño y refinamiento, lo que hace suponer que ésta era la zona aristocrática de Kuélap, los que gozaban de mejores vistas. Entre esas construcciones destaca «El Torreón», situado en la zona norte, con siete metros de altura; erigido sobre una terraza amurallada que ofrece una maravillosa vista panorámica del lugar. «El Tintero» está ubicado en el lado sur de la plataforma inferior, con forma cónica invertida truncada, un diámetro de 15 metros y casi seis de altura. Algunos le han atribuido funciones de observatorio astronómico o de centro ceremonial.
Todas las viviendas en Kuélap son circulares, un sello de identidad de los chachapoyas que los diferencian del concepto constructivo rectangular común en todas las demás culturas andinas. Medían entre cuatro y doce metros de diámetro y sus paredes alcanzaban los cuatro de alto, sin ventanas, para una mayor protección del frío. Los muros estaban decorados con serpientes, aves y figuras geométricas en forma de rombo y zigzag. Estudios recientes nos llevan hasta unas conclusiones sorprendentes y abrumadoras: para la construcción de Kuélap se utilizaron 25 millones de metros cúbicos de material, lo que viene a ser tres veces el volumen usado para levantar la Gran Pirámide de Egipto. Todo indica que su construcción data del año 800 d.C. y aquí vivieron y desarrollaron su cultura los chachapoyas hasta que, en 1470, después de un cruento asedio y duras batallas, fueron conquistados por los íncas.
Las momias de Leymebamba
Durante cinco siglos permanecieron ocultas en la Laguna de los Cóndores, en pleno bosque lluvioso. En noviembre de 1996, un grupo de agricultores encontró, en una de las laderas de la laguna, un conjunto de chullpas (tumbas) chachapoyas, saqueándolas indiscriminadamente y llevándose todo lo que consideraron de valor. Un año más tarde, las autoridades tomaron cartas en el asunto y rescataron 219 momias y varios quipus, un extraño sistema de cuerdas y nudos con los que los chachapoyas anotaban sucesos importantes y llevaban su contabilidad.
En el año 2000, estas momias fueron trasladadas al Museo de Leymebamba, que había sido recientemente inaugurado. Realmente, no es un museo espectacular, hasta que se llega a la sala de las momias… y se enciende la luz: ante nosotros aparecen decenas de cuerpos, algunos envueltos en sus sacos funerarios; otros, los que fueron saqueados, están desnudos, mostrando a la perfección sus rasgos físicos, algo realmente sorprendente, ya que las condiciones climáticas de esta región no son las más idóneas para conservar material orgánico durante cinco siglos. Los cuerpos están reducidos a la mínima expresión, con las extremidades atadas y en una posición similar a la fetal, con los brazos y manos recogidos sobre cuello y cara y un estremecedor rictus de dolor, como si se protegieran de algo que los amenazara.
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