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Riadas del Vallés

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Riadas del Vallés

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Coordenadas: 41°30′23″N 2°04′11″E

Monumento a las víctimas de la riada en Rubí: Se encuentra una placa commemorativa que dice: «La solidaridad de toda España dejó esta memoria a las víctimas de la riada del 25 de septiembre de 1962»

Fecha: 25 de septiembre de 1962

Causa: Desbordamiento de las cuencas del Río Besós y Llobregat

Lugar

Vallés Occidental: Tarrasa Sabadell Rubí San Quirce Sardañola del Vallés Ripollet

Vallés Oriental: Mollet del Vallès

Barcelonés: San Adrián de Besós

Origen: Grandes precipitaciones

Fallecidos: 617 cifras oficiales; 800-1000 estimadas12

Heridos: Varios miles

Mapa de localización

Localización de la riada

Localización de las riadas en España

Las riadas del Vallés fueron una serie de inundaciones que provocaron la mayor catástrofe natural e hidrológica de la historia de España, el 25 de septiembre de 1962 en la comarca del Vallés Occidental, en Cataluña, y en menor medida, en el Vallés Oriental y Barcelonés, originada por grandes precipitaciones que desbordaron los ríos Llobregat y Besós, así como sus afluentes en las partes más bajas, provocando una avenida torrencial de agua que causó entre 600 y 1.000 víctimas mortales, miles de heridos y varios miles de millones en pérdidas en un transcurso de entre una hora y media y tres horas.12

Causas

Pese a que, principalmente, las causas naturales fueron meteorológicas, se consideró que las geográficas, geológicas y urbanísticas jugaron también un papel muy importante.

Meteorológicas

Localización en Cataluña del Vallés Occidental.

Tras una larga temporada de sequía cayeron precipitaciones de 212 litros por metro cuadrado en menos de tres horas que hicieron crecer el caudal de la parte final del Llobregat, el Besós y sus afluentes. Las lluvias afectaron principalmente a la comarca del Vallés Occidental, pero también fueron considerables en el Vallés Oriental, el Bajo Llobregat y el Maresme.34

Ríos más bien insignificantes como la riera de Rubí y de Ripoll crecieron de manera excepcional llevándose por delante todo lo que encontraron a su paso. El barrio de las Arenas en Tarrasa, el Escardívol de Rubí y muchas fábricas de Sabadell desaparecieron bajo las aguas.

Los caudales aproximados máximos estimados fueron:

  • Riera de las Arenas, Rubí: 1750 m3/s.
  • Riera Ripoll, Sabadell: 2000 m3/s.
  • Riera Ripoll, Sardañola del Vallés: 3200 m3/s.
  • Río Besós, San Adrián de Besós: 5000 m3/s.

Geográficas

El lecho de la riera de les Arenes permanece seco durante gran parte del año, siendo necesaria la caída de unos 60 l/m2 para que circule el agua. La chimenea de aire caliente que subió en una masa de aire frío, desencadenó unos caudales punta superiores a 1000 m3/s.5

Geológicas

Las características geológicas de la zona, con terrenos sedimentarios y arcillosos provocan que el lecho de la rieras esté lleno de arcillas, guijarros y gravas. También, un gran número de árboles y piedras que había cerca del río ayudaron a aumentar la catástrofe. Hoy en día, el lecho ha vuelto a poblarse despertando la preocupación de los vecinos.6

Urbanísticas

El desarrollo económico del Vallés de la década de los 40 y 50 del siglo XX conllevó la llegada de mayor población, que supuso la construcción de edificaciones próximas a los ríos, tanto viviendas como industrias, con un descontrol urbanístico acentuado. Estos barrios marginales creados ante el gran problema de la vivienda con poca calidad de construcción fueron los más afectados.

Efectos

La riada que afectó a las poblaciones de Tarrasa, Rubí, Sabadell, San Quirico de Tarrasa, Sardañola del Vallés, Ripollet, Mollet del Vallès, Moncada y Reixach, y San Adrián de Besós causó entre 600 y 1000 víctimas, miles de heridos y unas pérdidas estimadas en unos 2650 millones de pesetas en un transcurso de entre una hora y media y tres horas, siendo la mayor catástrofe natural de la historia de España.127

Tarrasa

El término de Tarrasa está atravesado por numerosos torrentes y por dos rieras, habitualmente secas, la función de las cuales es transportar el agua del macizo de San Lorenzo del Munt y la Sierra del Obac al río Llobregat y por esta corriente hasta el mar Mediterráneo. La riera del Palau, que nace en el norte de la localidad, pasaba por la rambla de Égara mediante un colector que se unía a la riera de las Arenas. Esta riera atravesaba la ciudad sin canalizar y formaba, en Les Fonts, la riera de Rubí. La gente conocía los estragos que se producían cuando bajaban las rieras pero el problema radicó en que se dejó construir en su entorno, agravándose exponencialmente la catástrofe. En la rambla de Égara —entonces avenida del Caudillo—, el colocador se obstruyó por los materiales que arrastraba la riera del Palau. El puente de Renfe que hizo de dique se colapsó y el agua alcanzó más de dos metros de altura, llevándose todo lo que encontraba a su paso. Tan solo en la rambla perdieron la vida 72 personas y 17 se dieron por desaparecidas. La riada asoló las fábricas situadas en la parte alta, derribó varias casas y arrastró los automóviles hasta la Rambleta. Por otra parte, la riera de las Arenas desvió su cursó en los bloques de los grupos de Sant Llorenç y fluyó por un antiguo cauce asolando por el margen derecho el actual barrio de Égara, el triángulo de la muerte donde provocó más de un centenar de víctimas y derribó gran parte de las casas.8

Rubí

En el término de Rubí situado en el Vallés Occidental, se cifraron unas víctimas mortales de más de 250 personas. El barrio del Escardivol, quedó arrasado y se declaró como zona catastrófica.

Sabadell

Monumento en recuerdo de las víctimas de las riadas en Sabadell con motivo del 50.º aniversario de la catástrofe

En Sabadell, las aguas de las rieras del término municipal y el río Ripoll fueron subiendo hasta que llegaron a las viviendas y las industrias situadas dentro o en el lateral del curso fluvial. La riada se llevó las casas que encontró en su paso. El barrio de Torre-romeu, situado en el nordeste de la ciudad, en el otro lado del Ripoll y edificado en buena parte sobre el lecho del río, fue uno de los barrios más afectados de Sabadell. Can Puigener fue otro de los barrios que más sufrió la riada. También en los barrios de la Plana del Pintor o Campoamor la lluvia afectó muchas casas sencillas. Las industrias situadas en el curso del río también fueron muy castigadas.

Algunos vecinos todavía recuerdan ahora como, con la luz del único coche que entonces había en el barrio de Torre-romeu -el del farmacéutico- se guiaban para rescatar de entre el agua y el fango los sabadellencs que la riada arrastraba. […] Los vecinos, bajo la lluvia, huían espantados de las casa y, cuando no podían huir, se enfilaba en los terrados y tejados para pedir socorro. […] Los mismos vecinos veían como el agua se los llevaba.

—Jordi Calvet, 1984

Al día siguiente, el 26 de septiembre, se calculó que la riada había afectado al 80 % de las industrias de aprestos y acabados de Sabadell, lo que suponía el 40 % de la capacidad de España. Todas las fábricas fueron afectadas. Tintorería Castelló hacía pocos días que había inaugurado el edificio y la maquinaria, que era nueva, quedó completamente destruida. Acabats Estruch, S.A., Tints i Aprestos Casanoves Argelaguet, S.A., Ramon Buxó i fills, Indústries Casablanques, S.A., Llorens i Torra, S.A., Grau, S.A., Sabadell Tèxtil, S.A., entre otras fueron algunas de las industrias afectadas en Sabadell.9

Cerdanyola del Vallés

Fuente del Cañar. Fuente natural situada cerca del molino d’en Font, en el margen derecho del río Ripoll. La fuente original desapareció en la riada de 1962, estaba situada en un lugar cercano a donde está ahora, en un cañar, de ahí su nombre.

Las inundaciones en Cerdanyola del Vallés no fueron tan pronunciadas ya que el río Sec y el río Mayor, los dos ríos que fluyen por la localidad, no recibieron la misma cantidad que la riera de las Arenas o el río Ripoll, así, pese a las numerosas pérdidas materiales no se contabilizaron víctimas mortales. Las familias que perdieron sus casas, básicamente en el barrio de Montflorit, fueron realojadas mediante la ayuda que recibieron del Ayuntamiento.10

Ripollet

En la localidad de Ripollet, el número de víctimas fue de 12 y la inundación destruyó fábricas, la mayoría de ellas, textiles y de papel, así como 36 viviendas. Ripollet, aún no recuperado, un mes y medio más tarde, el 4 de noviembre volvió a sufrir otra riada y hasta una tercera, el 7 de noviembre del mismo año, causando más perdidas materiales.11

Mollet del Vallès

En el término municipal de Mollet del Vallès la tormenta, que dejó 163 litros por metro cuadrado, duró entre una hora y media y tres horas, llegando en algún momento de máxima intensidad a los seis litros por minuto. Pese a provocar muchos daños materiales y personales no causó víctimas mortales. El museo Abelló situado en esta localidad descubrió entre la documentación personal de Joan Abelló un escrito en el que Pablo Picasso cedía una de sus obras en beneficio de los damnificados de Barcelona.12

Je, soussigné PABLO PICASSO, donne cette toile aux sinistrés de la province de BARCELONE. Yo, Pablo Picasso, ofrezco este cuadro a los damnificados de la provincia de BARCELONA

—Pablo Picasso, 29 de septiembre de 1962

San Adrián de Besós

San Adrián de Besós, en el Barcelonés, se quedó aislado por tren ya que la riada derribó el puente de Renfe de San Adrián. Hasta el día siguiente no se estableció un servicio de autobuses que conectaron con la estación de Francia mientras se instalaba el puente provisional. El cuerpo de ingenieros del ejército construyó un puente Bailey, que estuvo operativo durante un año, desbancando al tiempo récord de los trenes verdes suizos que llegaron a realizar el trayecto BarcelonaMataró en 15 minutos, tiempo que por otros motivos ya no se ha recuperado más, quedando en los 45 minutos actuales.

San Quirico de Tarrasa

La población de San Quirico de Tarrasa se vio afectada por la crecida del río Sec a su paso por el barrio de Los Rosales, que provocó numerosas víctimas y daños materiales.13

Moncada y Reixach

La localidad de Moncada y Reixach sufrió la tragedia más grave de su historia. Perecieron 30 personas y los costes ascendieron aproximadamente a unos 200 millones de pesetas. Tras las inundaciones, la población realizó una reestructuración económica y urbanística de la ciudad.14

Reacciones

Reacciones inmediatas

Toda la zona del Vallés fue declarada nacional e internacionalmente zona catastrófica, con la consiguiente ayuda de todo tipo de organizaciones públicas y privadas como la Cruz Roja, el ejército español, la Guardia Civil (desplegó a su Tercio Móvil), administraciones, asociaciones, gremios y población civil voluntaria mediante apoyo material o con la apertura de cuentas corrientes para la ayuda hacia la población catalana afectada.215​ La población civil se volcó con la población catalana afectada e inició una oleada de solidaridad sin precedentes. Llegaron voluntarios a las zonas arrasadas que recolectaron comida, ropa, mantas… Se abrieron cuentas bancarias para donaciones… Muchos coinciden en que la solidaridad del resto de España y de Francia, donde vivían numerosos exiliados, fue increíble.

Reacciones posteriores

Tras la catástrofe, la Confederación Hidrográfica del Pirineo Oriental inició los trabajos para encauzar los caudales de los ríos: ampliaron algunos lechos para garantizar una capacidad mayor y construyeron defensas de hormigón. También se excavaron y se llenaron de tierra varios tramos con el objetivo de suavizar las pendientes. Por su parte, algunas localidades ejecutaron medidas propias, como la localidad de Montcada i Reixac que reestructuró la ciudad de manera económica y urbanística…

Las causas de una desgracia sin precedentes

Las causas de la riada del Vallés de 1962 fueron, principalmente, meteorológicas, pero también intervinieron aspectos geográficos, geológicos y urbanísticos. En lo que se refiere a las primeras lo que pasó fue que, tras una larga temporada de sequía, de repente cayeron precipitaciones de 212 litros por metro cuadrado en menos de tres horas, que aumentaron el caudal del tramo final del Llobregat, del Besós y de sus afluentes.

El río Besós alcanzó los 5000 metros cúbicos por segundo mientras que los caudales máximos de las rieras de las Arenas, de Sabadell y de Sardañola del Vallés alcanzaron flujos de entre 1750 y 3200 metros cúbicos por segundo. De hecho, ríos más bien insignificantes, como la riera de Rubí y la riera de Ripoll, crecieron de manera excepcional y arrasaron con todo lo que encontraron a su paso: el barrio de las Arenas en Tarrasa, el Escardívol en Rubí y muchas fábricas de Sabadell. Las lluvias afectaron, sobre todo, al Vallés Occidental, pero también afectaron las comarcas del Vallés Oriental, del Bajo Llobregat y del Maresme.

El desarrollo económico de la zona entre 1940 y 1950 propició las causas urbanísticas del desastre. Por aquel entonces, un gran número de inmigrantes poblaron el Vallés Occidental. Esto llevó a que, en localidades como Terrassa o Rubí, se construyeran barrios enteros en las mismas orillas del río. Más de uno auguró la tragedia bromeando con que “un día vendría una riada y se llevaría todo por delante” y, con incredulidad, añadían que “era imposible…”. Hasta que lo imposible sucedió.

Pese a las labores que se emprendieron, los efectos de la riada se prolongaron durante más de un año, tanto en la zona directamente afectada como en su periferia, especialmente, en las infraestructuras viales que resultaron inutilizables. Además, muchas promesas sobre la reconstrucción y muchas esperanzas quedaron en el olvido.

 “El paisaje había cambiado, faltaban casas y algunas estaban medio destruidas. Ya no estaba la riera de antes, todo era un gran terreno llano y arrasado, nada de zarzas ni de vegetación viva, sólo árboles arrancados como juguetes rotos”, explica en un reportaje de La Vanguardia Mariona Balbé, que entonces tenía siete años. “Recuerdo ir con mis padres y hermanos, cargados con mantas, llevándolas a los estudios de Radio Barcelona, en la calle Caspe, donde esperaba una columna de camiones que recogían lo que los vecinos llevaban como material de primera ayuda”, cuenta otro vecino de la zona.

Alrededor de 4.400 personas perdieron sus hogares y cerca de 12.000 quedaron en condiciones de extrema vulnerabilidad, al borde de la miseria.

En localidades como Rubí y Terrassa, barrios enteros quedaron arrasados, y la comunidad se enfrentó a una crisis humanitaria sin precedentes. Las necesidades básicas como agua, comida y refugio, en muchos casos, solo se lograron paliar gracias a la solidaridad vecinal y las donaciones. Se estima que las pérdidas materiales alcanzaron los 5.000 millones de pesetas (una cifra enorme para la época), y la riada causó enormes daños a la industria textil, uno de los sectores económicos más importantes en el Vallès Occidental. Muchas de las fábricas nunca volvieron a abrir, dejando sin empleo a un gran número de trabajadores y afectando a la economía local y nacional.

Franco se desplazó a las zonas afectadas poco después de la catástrofe y se comprometió a proporcionar asistencia. Sin embargo, la realidad fue muy distinta: las ayudas gubernamentales nunca llegaron a materializarse de manera efectiva, y la burocracia de la dictadura dificultó la canalización de los escasos apoyos que sí se pusieron en marcha. A pesar de las promesas, el apoyo estatal a los damnificados fue mínimo.

Destrozos en la Rambla de Terrassa por la riada de 1962 en el Vallès / Carles Duran-AMAT (Archivo municipal de Terrassa)

La memoria del agua

La huella duradera que dejó la riada del Vallès

Pero si el agua tiene memoria, también deja huella duradera en la memoria de quienes han sufrido sus estragos. En el Vallès, hoy, todavía está vivo el recuerdo –los recuerdos– de lo que pasó la noche del 25 de septiembre de 1962, más de sesenta años después. Casi todo el mundo que la vivió, fuera o no una víctima directa, recuerda perfectamente dónde estaba y qué hacía aquella noche y cómo se despertó al día siguiente, aquellos que habían podido dormir poco o mucho aquella noche, con el espectáculo estupefacto de unas ciudades devastadas, embarradas, incomunicadas, y la sensación de que la tragedia había sido espantosa y que con el paso de las horas se iría viendo el perímetro creciente de su magnitud. Durante muchos años, incluso hoy entre la gente mayor, la riada es un hito cronológico que organiza la percepción del tiempo histórico: eso fue antes de la riada, eso fue el año de la riada, eso fue después de la riada…

Aquests dies, quan parles amb la gent de València, et trobes amb moltes persones que ho han perdut literalment tot –negocis, propietats, casa, mobles- i que et venen a dir que, gairebé avergonyits, que això és poca cosa al costat dels morts. Són exactament les històries que hem sentit a dir la gent del Vallès.

Joan Llobet i Prunes filmando los efectos de la riada de 1962 en el río Ripoll en Sabadell / Viquipèdia

¿Qué pasó el 25 de septiembre de 1962?

En las ciudades llovía mucho de una manera visible, pero no fue la lluvia en la llanura la que hizo daño, sino la bajada por cada uno de los torrentes y las rieras, normalmente secas, del agua que había caído en la montaña. Una bajada rápida y tumultuosa, que arrastraba piedras y vegetación de la montaña y que al llegar a la llanura se topó con puentes y barrios enteros que se habían construido de cualquier manera sobre antiguos cauces de las rieras que se consideraban secas. Con menos lluvia el agua podía parecer más o menos canalizada. Pero con aquella cantidad de agua que bajaba las canalizaciones se desbordaron y la corriente tiró por derecho.

En algunos casos, los puentes hicieron de diques y cuando la presión los rompió, la fuerza de la corriente quedó multiplicada. La llegada a la ciudad del agua de la montaña, mucha de golpe, pasó de noche y enseguida se fue la luz, sobre una población que no estaba prevenida, que había visto que llovía mucho, pero que no podía imaginar lo que se le venía encima. La riada atravesó pueblos y ciudades, bajando por ramblas, rieras y calles, y causó los principales estragos en Terrassa, Rubí, Sabadell o Matadepera, pero afectó en un grado u otro a todo el territorio que encontró hasta llegar al mar. Además de las vidas humanas, la catástrofe significó la desaparición de barrios enteros de viviendas precarias, a menudo autoconstruidas, la inundación de numerosas fábricas situadas cerca de las rieras y la afectación profunda de las infraestructuras de transportes, especialmente los trenes.

Un còctel destructiu, que podia semblar difícil de repetir en totes i cadascuna de les seves causes. Però que no queda tan lluny del còctel que s’ha repetit aquests dies a València.

Al día siguiente el espectáculo de las calles era terrible, y la perplejidad y la indefensión de la población, profunda. En la historia familiar hay episodios que han quedado en la memoria hoy todavía viva. La más dramática, la de la familia de mi nuera. Una tía suya trabajaba en una fábrica de Terrassa, relativamente lejos de casa. Como era de noche y llovía mucho, el marido decidió ir a buscarla, pero no podía dejar solos a los dos hijos, y por tanto se los llevó. Al salir de casa, les sorprendió la corriente de agua y se los llevó a todos tres. A la hija la pudieron agarrar al vuelo, sacándola del agua. Al hombre y al hijo el agua se los llevó corriente abajo y encontraron los cuerpos días después. De mi casa, lo que yo recuerdo –yo tenía cinco años, pero creo que las imágenes que me han quedado son ciertas y genuinas– es que el padre no llegaba cuando ya se había hecho oscuro y que cuando entró en casa nos dijo que las calles que había tenido que cruzar desde el trabajo eran como un río y que debía estar pasando una de muy grande.

La riera de les Arenes, una zona gravemente afectada por la riada del Vallès de 1962 / Museu de Terrassa

Al día siguiente, cuando se hizo claro, el padre y el abuelo materno se pusieron unas katiuskas y se fueron por entre el barro al barrio de les Arenes, donde vivían los otros abuelos cerca de la riera. No había otra manera de saber si les había pasado algo que ir allí. Por fortuna, los abuelos –que habían estado a muy pocos metros de la corriente que se les habría podido llevar la casa, con ellos dentro– habían dormido toda la noche y no habían sufrido ningún daño. Mientras que, a pocos metros, alrededor de la riera de les Arenes, buena parte del barrio d’Ègara había literalmente desaparecido, llevado por las aguas. Historias con final relativamente feliz o absolutamente trágico, en todas las familias, que se han ido transmitiendo a lo largo de sesenta años.

El balance de lo que pasó aquella noche, en número de muertos, se ha establecido en torno a los ochocientos, en toda la zona. Más de la mitad entre Terrassa y Rubí. Pero casi todo el mundo está convencido de que debieron ser más. Las pérdidas económicas, enormes. Se calcularon en casi tres mil millones de pesetas de la época, una cantidad estratosférica. Los dramas humanos de gente que lo había perdido todo, innumerables. La herida en las ciudades y los pueblos, duradera. ¿Qué había pasado? Que había llovido mucho y de golpe, sobre todo en la montaña, claro. Que la llegada del agua a la ciudad fue de noche, cuando todo el mundo estaba desprevenido y mucha gente dormía. Que el agua multiplicó el efecto destructivo porque arrastraba de todo, desde rocas de la montaña hasta los materiales que fue encontrando a su paso por las ciudades. Que el crecimiento desorganizado de las ciudades por la llegada de muchas personas de fuera, la pobreza de las construcciones, la especulación, la falta de planificación y de previsión, habían convertido una riada excepcional –pero no única en la historia- en un territorio más que vulnerable. Un cóctel destructivo, que podía parecer difícil de repetir en todas y cada una de sus causas. Pero que no queda tan lejos del cóctel que se ha repetido estos días en Valencia. Al contrario, se parece bastante en las causas y en los efectos.

Estragos en el barrio d’Ègara, en Terrassa, causados por la riada de 1962 en el Vallès / Carles Duran-AMAT (Archivo municipal de Terrassa)

La visita de Franco

Los primeros días de octubre del año 1962, una semana después de la riada, Franco visitó el Vallès –Sabadell el día 1, Terrassa el día 2- acompañado del vicepresidente del gobierno español, el capitán general Agustín Muñoz Grandes, y un numeroso séquito de autoridades donde predominaban los uniformes militares. En el consejo de ministros anterior se habían aprobado ayudas y créditos sustanciosos destinados a reconstruir las fábricas que el agua había dañado y que serían gestionados al lado del gobierno por el Instituto Industrial de Terrassa y el Gremi de Fabricants de Sabadell. En las ciudades que visitó, Franco fue recibido con manifestaciones multitudinarias –no unánimemente espontáneas, hay que decirlo-, donde se le agradecía el apoyo y la ayuda, como lo hacían inevitablemente todos los discursos de alcaldes y autoridades locales, y él prometía apoyo a las víctimas y afirmaba, por ejemplo: “Y ahora he venido yo a recoger vuestros anhelos y a visitar la zona, aunando todos los esfuerzos del Gobierno, todos los esfuerzos del Régimen; todo el esfuerzo de la nación para la reconstrucción más rápida y completa. Yo espero que la próxima primavera podré ver los campos rientes al sol y las fábricas trabajando con sus ruidos y su ritmo acompasado, y a vosotros ya satisfechos porque habéis comprendido que la España nueva, la España que forjamos, no se amilana ni se achica ante estas catástrofes, sino que va siempre a la batalla. ¡Arriba España!”.

Dicen que esta gigantesca operación de autobombo del régimen, paralela a la conmoción general que había provocado la catástrofe y al gran eco internacional que tuvo, la había diseñado un joven político gallego nombrado hacía pocos meses ministro de Información y Turismo y que aportaba al franquismo una concepción nueva y más moderna de la propaganda política. Se llamaba Manuel Fraga Iribarne. Su idea era asociar la imagen de Franco, ante la opinión pública internacional y ante la ciudadanía local, con una idea de preocupación por los problemas de la gente, una empatía y una compasión que lo humanizaran en tiempos de la guerra fría, haciendo olvidar a los aliados occidentales el carácter autoritario y la estética fascistizante de su dictadura.

Fraga quería fotos de un Franco cercano y compasivo con las víctimas

Era necesario someter a Franco a un baño sensible de masas, aprovechando la catástrofe. La idea no gustó a todo el mundo. Se dice que el ministro de la Gobernación de entonces, el capitán general Camilo Alonso Vega (popularmente conocido como Camulo Alonso Vega, por razones obvias) era contrario a estas visitas y sobre todo al hecho de que en su transcurso Franco se mezclara en algún momento con las víctimas, como pretendía Fraga. El ministro de la policía creía que esto podía provocar problemas de seguridad, porque las ciudades industriales catalanas tenían fama de rojas y, por tanto, de potencialmente hostiles y porque no se podían prever las reacciones de una ciudadanía enfadada. Las visitas se realizaron, pero con una tensión constante entre las dos miradas, la de Fraga que quería obtener fotos de un Franco cercano y compasivo al lado de las víctimas –años antes de que Schroeder se pusiera unas katiuskas en unas inundaciones alemanas que le hicieron ganar unas elecciones– y la de Alonso Vega, que estaba obsesionado por la seguridad, por la protección personal de Franco y por el máximo alejamiento posible de la gente, para evitar riesgos.

La mujer de la fotografía era de Castro del Río, provincia de Córdoba, el pueblo de mi padre y de mis abuelos, que había emigrado casi en masa a Terrassa. El marido muerto, también. Una nieta de su hermano es la madre de tres de mis nietos. Ella es quien nunca más quiso vivir cerca de un torrente y quien no pasó nunca por un puente sobre la riera. A la hija, la fotografía la persiguió toda la vida. Quise hablar con ella y me pidió no hablar del tema: los recuerdos eran demasiado dolorosos. Pero Manuel Fraga consiguió lo que quería. La foto que necesitaba. Ahora hace unos días, en Paiporta, alguien debió pensar que Felipe y Letizia conseguirían también una foto como esta, con la misma intención. Igual que Franco sesenta años antes. Pero les salió al revés. Consiguieron unas fotos, pero embarrados y distantes, la que seguro no querían. Aunque algunos pies de foto se empeñen en presentarlo al revés.

«Manuel Fraga va aconseguir el que volia. La foto que necessitava. Ara fa uns dies, a Paiporta, algú devia pensar que Felip i Letícia aconseguirien també una foto com aquesta, amb la mateixa intenció. Igual que Franco seixanta anys abans»

Las páginas del libro ‘Un hombre que se va’, de Vicenç Villatoro, donde se recoge la portada de ‘La prensa’ donde aparecía la mujer que fue elegida, con su hija, para hacer aparecer a un Franco compasivo con las víctimas de la riada del Vallès

A pesar de todo, Fraga se salió con la suya. Él quería que Franco se acercara a la gente. Alonso Vega que estuviera lejos. Llegaron a un punto intermedio. Agarrarían a alguien de entre la gente que hubiera sido víctima directa y lo llevarían a hablar con Franco. En Terrassa, entre la gente que había, eligieron a una mujer que llevaba una niña a cuestas. Era esa misma mujer de la que antes hemos hablado, la que trabajaba en cal Torredemer, a quien el marido había salido a buscar con el hijo y la hija, el aguacero los había arrastrado y padre e hijo habían muerto arrastrados por la corriente, mientras que la hija había podido ser salvada por un hombre que la agarró por la ropa cuando ya se la llevaba el agua. La mujer contó a Franco su tragedia y por un momento pareció que Franco se emocionaba y los ojos se le volvían llorosos. En esos momentos, el fotógrafo Pérez de Rozas tuvo el acierto de hacer unas cuantas instantáneas seguidas. No eran las habituales. Los fotógrafos estaban entrenados para retratar a Franco impasible el ademán, hierático y poderoso. Dicen que esa misma noche, Fraga se empezó a pasear por las redacciones de los periódicos de Barcelona, buscando la foto que necesitaba para su campaña de propaganda. En la de El Correo Catalán encontró esta, que de hecho el periódico había descartado porque Franco no había quedado lo suficientemente bien, suficientemente majestuoso. Fraga la recuperó y la hizo distribuir. Al día siguiente fue portada de La Vanguardia, en La Prensa y muy pronto en periódicos de todo el mundo: me consta que la publicaron, al menos Le Figaro y el New York Times. Se convirtió en la foto simbólica del día después de la riada.

La solidaridad y la protesta

Pero más allá de la propaganda oficial y más allá también de las causas de la catástrofe donde se mezclaban, como decíamos, un azar desfavorable y unas culpabilidades políticas y sociales, la riada dejó otro poso a través de la reacción espontánea de la gente. En primer lugar, inmediatamente después de divulgarse las imágenes los efectos del aguacero, se produjo una verdadera oleada solidaria, canalizada sobre todo a través de la radio. Joaquín Soler Serrano encarnó, a través de Radio Barcelona, una campaña de donaciones particulares, los primeros días de artículos de primera necesidad –mantas, ropa, alimentos, medicinas- y después de dinero para ayudar a los necesitados. Ambas tuvieron un éxito extraordinario. Al cabo de dos días, ya se habían conseguido todos aquellos artículos que se necesitaban con urgencia. Y se llegaron a recaudar, peseta a peseta, hasta treinta millones, que eran muchos en aquella época. Dicen que pasaron a llevar su ayuda por Radio Barcelona unas doscientas mil personas y que los taxistas se sumaron llevando a la gente gratis a los estudios de la calle Casp. Por otro lado, la cantidad de voluntarios que participaron en los días siguientes en el trabajo de limpieza y en la búsqueda de los cuerpos fue también enorme. Todo a través de la sociedad civil organizada, de los medios de comunicación privados y de la gente individual que quiso participar. Todo esto, por tanto, al margen del mundo oficial, aunque se movilizaron también para participar en los trabajos efectivos del ejército, de la policía y de la Guardia Civil.

Al Vallès la memòria de l’aigua, la memòria de la riuada, és viva. I va fer canviar coses. A València, el futur encara està per escriure.

Pero los historiadores dicen también –y estas cosas siempre son difíciles de medir– que en las ciudades del Vallès afectadas por la riada, la tragedia marcó un punto de inflexión. Puso sobre la mesa los peligros de las inundaciones, pero también la locura de un crecimiento especulativo y sin planificación, sin condiciones. Creó conciencia y esta conciencia desembocó en un movimiento vecinal que fue clave en la Transición, tanto como el sindical o el cultural o el catalanista, a menudo todos juntos. Que lo que primero eran protestas tímidas en un escenario de represión se convirtió en conciencia de que las cosas se tenían que hacer de una manera diferente. Es difícil saber en qué medida fue decisivo este cambio, pero sí que parece indiscutible que existió y que tuvo consecuencias. De la aceptación resignada de los azares de la naturaleza a la protesta contra las estructuras políticas que permitieron que los efectos destructivos de este azar se multiplicaran por mucho.

En Valencia ya han vivido la solidaridad. Como en el Vallès. Han visto la exhibición de la propaganda oficial. Como en el Vallès. Saben que en la catástrofe hay azar, pero también hay culpa. Como en el Vallès. Y han visto también la aparición de la chispa de la protesta, nacida de la indignación y de la rabia. Como en el Vallès, pero en unas circunstancias en que esta chispa tiene más posibilidades de prender. En el Vallès la memoria del agua, la memoria de la riada, está viva. Y hizo cambiar cosas. En Valencia, el futuro aún está por escribir.

 

 

 

 

 

 

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