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SS Sultana

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SS Sultana

El fuego devasta el Sultana

Banderas: EE.UU.

Historial

Astillero: John Lithoberry Shipyard on Front Street, Cincinnati, Ohio

Tipo: vapor de ruedas

Asignado: 1863

Baja: 27 de abril de 1865

Destino: Explosionó

Características generales

Desplazamiento: 1719 t

Eslora: 79 metros

Tripulación: 85 tripulantes

Capacidad: 291 pasajeros

El SS Sultana fue un barco de vapor, construido en 1863 en Cincinnati. Sirvió en el río Misisipi, destinado al comercio de algodón.

Accidente

El vapor SS Sultana en Helena (Arkansas) el día anterior a la explosión. Nótese la gran cantidad de prisioneros en las cubiertas.

Fue destruido en una explosión provocada por una caldera en mal estado el 27 de abril de 1865, constituyendo el mayor desastre marítimo de la historia de los Estados Unidos, con unos 1800 fallecidos.

El Sultana transportaba a 85 miembros de la tripulación, 70 pasajeros, alrededor de 2300 soldados de la Unión procedentes de campos de prisioneros confederados y numerosas cabezas de ganado con destino a los mercados de San Luis. El barco tenía una capacidad legal de 376 personas (tripulación y pasaje).

Cerca de 500 supervivientes, muchos de ellos con horribles quemaduras, fueron trasladados a hospitales de Memphis, hasta 300 de ellos murieron con posterioridad a causa de sus heridas. Continuaron encontrándose cadáveres de las víctimas río abajo durante varios meses después del accidente.

El suceso tuvo lugar poco después del asesinato de Abraham Lincoln que, junto a las noticias relativas al final de la Guerra de Secesión, acapararon en esos días la atención de medios y público.

Existen monumentos para conmemorar a las víctimas del Sultana en Memphis y Knoxville (Tennessee), Vicksburg (Misisippi), Cincinnati (Ohio) y otras ciudades.

La tragedia del Sultana

Extraído de: http://campoembarcaciones.com/la-tragedia-del-sultana/

Florencia Cattaneo | Relatos de Navegantes

A finales de abril de 1865 más de 2.000 hombres cansados y enfermos, bajaron por el risco de Vicksburg hacia un barco de vapor que los esperaba en uno de los muelles del río Mississippi.

La guerra civil americana llegaba a su fin y los ejércitos en conflicto acordaron  liberar a sus prisioneros.

Los hombres que estaban a punto de embarcar eran soldados prisioneros de la Unión liberados de los  campos de Alabama, Georgia y Mississippi.

Las hostilidades habían terminado y los jóvenes soldados estaban entusiasmados. Pronto volverían a casa, cerca de sus seres queridos, con mucho para comer y una cama propia para dormir.

Un vapor muy seguro

El 21 de abril de 1865, el  Sultana parte de Nueva Orleans, con 100 pasajeros y una pequeña cantidad de ganado.  Se dirige hacia el norte por el río Mississippi.

Se trataba de un vapor de madera de 260 pies de eslora y 42 de manga. Estaba a cargo del Capitán Mason y en su ruta habitual  transitaba la parte baja del Mississippi entre St Louis y Nueva Orleans.

Se dedicaba al transporte de algodón. Tenía capacidad para transportar hasta 1000 toneladas y  alojar a 375 personas incluyendo 85 tripulantes.

Estaba a la vanguardia en materia de seguridad. Navegaba equipado con medidores de presión, tres bombas contra incendio, un bote salvavidas de acero, mangueras, 30 baldes y cinco ejes de lucha contra incendios.

El soborno

Aquel Abril, los propietarios del Sultana, que incluían al capitán Mason, esperaban con ansiedad la escala  en Vicksburg.  Allí abordarían a una gran cantidad de ex prisioneros.

Habían hecho un trato con el coronel Rubén Hatch,  jefe de la intendencia en Vicksburg.  El gobierno de los Estados Unidos ofrecía pagar  5 $ por soldado y 10 $ por cada oficial a los  barcos de vapor que los transportaran.

Sabiendo que Mason necesitaba dinero, Hatch sugirió que le podía  conseguir una carga completa de unos 1.400 prisioneros, a cambio de un retorno de 1.5 $ por soldado.  El capitán Mason aceptó rápidamente.

Lo atamos con alambre…

Mientras el barco  navegaba río arriba, una hora antes de llegar a Vicksburg,  el ingeniero jefe del Sultana, Nathan Wintringer,  nota que una de las calderas presenta una fuga.

El capitán Mason decide entonces, reducir la presión y reparar la caldera en Vicksburg.

El 23 de abril llegan al muelle y el calderero Taylor es llevado a trabajar en el buque.

Taylor  le informa al  capitán Mason que dos hojas de la caldera deben ser reemplazadas.

Mason sabía que este trabajo podía tardar un dos o tres días y de ser así ponía en riesgo su  preciosa carga de prisioneros. Para cuando las reparaciones se completaran, los prisioneros habrían sido enviados a casa en otros barcos.

El capitán decidió arriesgarse  y le dijo a Taylor que remendara la caldera prometiendo  terminar la reparación una vez que llegara a St. Louis.

Taylor no estuvo de acuerdo, pero de todos modos accedió a realizar una reparación temporal colocando un parche de menor espesor sobre la costura de la caldera.

La reparación tomo  sólo un día y mientras se realizaba, los ex presidiarios embarcaban en el Sultana.

Corriéndose al interior que hay lugar…

 A las 9 de la noche del  24 de abril, el vapor  deja Vicksburg para dirigirse río arriba hacia Illinois con aproximadamente 2.100 soldados, 200 civiles y algo de carga.

Los antiguos prisioneros, debilitados por la enfermedad  y la desnutrición,  viajaban hacinados,  e intentaban acomodarse en cualquier espacio disponible.

El desbordamiento era tal  que en algunos lugares, las cubiertas comenzaron a crujir.

No había lugar para dormir y apenas podían estar de pie. No obstante, el buen ánimo reinaba.  En pocos días estarían en casa.

Entre los pasajeros estaba el teniente Harvey Annis, quien junto con su esposa Anna y su hija de siete años, también se dirigía hacia el norte.

Anna expresó gran temor por la cantidad de hombres que viajaban  en el barco.

Pero, El capitán Mason, la tranquilizó diciendo que el Sultana era un buen barco y que los pasajeros estaban en manos muy capaces.

El teniente Annis, que acababa de renunciar y estaba ansioso por llegar a casa, estuvo de acuerdo y la familia continuo viaje pagando un camarote privado.

Corriente en contra

El Sultana pasó dos días viajando río arriba contra corriente. Luchaba contra una de las peores inundaciones de primavera.

En algunos lugares, el río desbordaba y se extendía por una  milla de ancho. Los árboles a lo largo de la orilla estaban casi completamente cubiertos, sólo las copas eran visibles por encima del torrente de agua.

El 27 de abril de 1865, siete millas al norte de Memphis a las 2:00 am, el Sultana gira alrededor de una curva.

En ese instante, una fuerte explosión sacude la cubierta.

Una de las calderas había explotado y  al instante explotan otras dos. En menos de un minuto, tres de las cuatro calderas del vapor habían estallado.

El fuego de las calderas matan y mutilan a decenas de pasajeros instantáneamente. Dos de las  chimeneas caen sobre el barco matando a muchos hombres.

Las llamas se extienden hacia la popa y muchos en pánico saltan al río.

El teniente Annis abre  la puerta de su camarote. El buque estaba envuelto en una nube de vapor. El y su esposa se ponen los chalecos salvavidas y  con su hija en brazos corren a popa. Allí se deslizan por un cabo hasta la cubierta inferior.

Annis y con la niña en brazos salta al agua. Anna lo sigue.  Pero, cuando golpea el agua, el teniente descubre que su salvavidas estaba mal colocado y lo pierde.

Anna desesperada ve como su marido y su hija  desaparecen en la corriente. Sin saber cómo, logra agarrarse a una tabla y flotar.

El vapor estaba en llamas. Los pasajeros que habían logrado sobrevivir a las explosiones tenían dos opciones, o quedarse en la nave y ser devorados por el fuego o saltar a las aguas heladas del río.

Había pocos salvavidas y sólo un bote.

Desde el buque se arrojaban por la borda puertas, colchones, fardos de heno y todo lo que flotase.

El río  fluía muy  rápido y se encontraba  lleno de hombres muertos, ahogados y apenas flotando.

La oscuridad, la inundación y la temperatura del agua hacían que las posibilidades de supervivencia fueran escasas.

El rescate

Tan pronto como el capitán Watson,  del Bostona, descubrió el incendio, se puso a toda marcha llegando a la zona del naufragio a las 3.00 am.

El y su tripulación hicieron todo lo posible por rescatar a la mayor cantidad de pasajeros.  Bajaron botes, arrojaron fardos de heno y tablas al agua.

Un soldado intentó salvar  a dos niños pequeños.

Los puso sobre un tablón  y flotó con ellos.  Vio que un cabo era lanzado desde el Bostona pero,  cuando intentó agarrarlo  sus brazos exhaustos soltaron la tabla y los niños cayeron al río.  Trató de rescatarlos, pero fracasó.  El soldado fue rescatado casi ahogado.

Una mujer  fue encontrada aferrada a un tablón con un niño en los brazos, pero el niño estaba muerto.

El Bostona salvó unas 200 vidas.

Otros barcos de vapor también se apresuraron al rescate y recogieron a tantos sobrevivientes como fuera posible.

Algunos lograron salvarse flotando en piezas del barco hasta la costa. Tres hombres muertos fueron sacados de los árboles, a los que habían nadado y subido.

La señora Annis fue rescatada. Estaba desconsolada, sin embargo logró agradecer al cabo Albert King, que la había ayudado a mantenerse a flote. Ella se quitó su anillo de bodas y se lo dio, diciéndole: “perdí todo, sólo puedo darle esto como símbolo de recompensa”.

Cerca de 700 sobrevivieron y fueron llevados  a los hospitales en Memphis. No obstante, 300 murieron poco después a causa de las quemaduras o de la  hipotermia.

A la mañana siguiente…

Cuando el sol empezó a subir, más de 1.700 personas estaban muertas. Sólo alrededor de 550 lograron sobrevivir.

Los cuerpos de las víctimas continuaron siendo encontrados río abajo por meses. Muchos nunca fueron recuperados. El capitán Mason y  los oficiales del  Sultana fallecieron.

El buque derivó río abajo unas seis millas y se hundió frente a Memphis a las 9.00 am, siete horas después de la explosión.

Las causas

La comisión que investigó el desastre determinó que la explosión fue causada por el exceso de presión en las calderas.

En el intento de avanzar contra la corriente del río la presión de vapor permitida había sido superada.

Explicaron que, cuando el barco seguía los giros del río, se escoraba a un lado y luego al otro. Sus cuatro calderas estaban interconectadas de modo que si la embarcación se inclinaba lateralmente, el agua tendería a salir de una caldera hacia la  otra.

Cuando una caldera se vaciaba se generaba un foco  caliente y cuando el barco se inclinaba hacia el otro lado, el agua que corría hacia la caldera vacía llegaba a esos puntos calientes y creaba un repentino aumento del vapor con su  consecuente aumento de presión. Este efecto podría haber sido minimizado manteniendo  altos los niveles de agua de las calderas.

Se determinó también que el parche  improvisado en la caldera averiada contribuyó al desastre.

La junta recibió testimonios de tripulantes supervivientes, pasajeros y expertos en barcos de vapor y a pesar de la enorme catástrofe, nadie fue responsabilizado.

Se concluyó que el hacinamiento no causó la catástrofe.

Porque si bien, la nave estaba legalmente habilitada para llevar a 376 personas y llevaba 6 veces esa cantidad, estaba superpoblada pero no estaba sobrecargada.

Fui yo.

En 1888, (23 años después del naufragio), el ex agente  confederado Robert Louden,  afirmó en su lecho de muerte ser el responsable del  naufragio.

Confesó que colocó un “torpedo de carbón” en la nave, es decir, un dispositivo hueco de hierro lleno de pólvora camuflado como un trozo de carbón.

Según dijo, colocó este falso carbón en los contenedores de la nave y cuando la pala reabasteció la caldera se produjo  la explosión.

La afirmación de Louden es controvertida, sin embargo,  la mayoría de los estudios técnicos apoyan la explicación oficial.

La ubicación de la explosión, muy lejos de los fogones, tiende a indicar que la afirmación de Louden es pura fanfarronería.

El olvido

El naufragio del Sultana fue el peor desastre marítimo de los Estados Unidos. Se cobró más vidas que el Titanic. No obstante, paso inadvertido.

La Guerra Civil acababa de terminar y el presidente Abraham Lincoln había sido asesinado. El día anterior al naufragio, su asesino, John Wilkes Booth, había sido capturado y asesinado.

A consecuencia de la guerra, el público estadounidense se había acostumbrado a  escuchar sobre pérdidas de vida a gran escala.

El naufragio de un barco de vapor en una nación desensibilizada ante la muerte, no tuvo gran impacto.

El desastre del Sultana rara vez se menciona en los libros de historia y apenas se recuerda hoy.

Lic. Florencia Cattaneo

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