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La Copa de Wilbur Thon

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Durante las obras de la Planta Eléctrica Municipal en Thomas (Oklahoma) en 1912, un trozo de carbón se partió revelando en su interior un pequeño vaso o pote de hierro, obviamente manufacturado. El carbón procede de sedimentos del Pennsylvaniense medio, hace 300 millones de años. La pieza se conserva en el Creation Evidence Museum, Glen Rose, Texas.

Esta pieza perfecta de metal fue descubierta por Frank J. Kennard, dentro de un bloque de carbón. En una declaración jurada de Kennard el 27 de Noviembre de 1948, el trabajacopador de la Benton Co, declaró al respecto: “Mientras estaba trabajando en la planta eléctrica municipal Thomas, Oklahoma en 1912, salió a la luz un trozo muy grande y furo de carbón que costaba fragmentarse. Al partir el trozo de carbón con mi martillo, de su interior cayo una especie de taza de metal, dejando un molde perfecto en el carbón que lo albergaba”. Jim Stull, empleado de la empresa estaba presente y corroboro el descubrimiento y la declaración de Kennard.

El 10 de enero de 1949, Robert Nordling envió la fotografía de una copa de hierro encontrada en 1912 dentro de un trozo de carbón procedente de las minas de Wilburton, Oklahoma (EE.UU.), a Frank Marsh, de la Universidad de Andrews, en Michigan (EE.UU.). La fotografía pertenecía a un amigo de Nordling, cuyo padre trabajaba en la Central Eléctrica Municipal de Thomas, Oklahoma. El hallazgo se produjo cuando un empleado de la compañía trabajaba junto a la caldera. Al golpear sobre el carbón, el fragmento en cuyo interior se hallaba la copa se rompió dejándola al descubierto. Según Robert O. Fay, del Instituto Geológico de Oklahoma, el carbón de las minas de Wilburton tiene unos 312 millones de años de antigüedad. Cuando Frank Marsh recibió la fotografía intentó encontrar al propietario de la copa, pero sus esfuerzos no dieron fruto porque el amigo de Nordling había fallecido y sus herederos desconocían el paradero del misterioso utensilio. Años después, en 1966, Marsh inició una serie de contactos con el Dr. W. H. Rusch, profesor de biología de la Escuela Concordia de Ann Arbor, Michigan, al objeto de esclarecer el misterio, sin obtener éxito en sus pesquisas. Sea como fuere, es una auténtica tragedia no poder contar con esta preciada reliquia, ya que sin duda contribuiría a esclarecer algunos de los enigmas a los que se enfrentan los arqueólogos más audaces.

La verdad es que no se pueden sustentar argumentos científicos basados en la palabra de dos personas, y dos fueron los testigos del milagroso evento. El análisis del carbón circundante sería revelador, así como un examen detenido de la pieza de hierro: pero esto está fuera de discusión por parte del propietario actual. El cacharro es de hierro forjado y se parece mucho a las tazas de fundición que se usan, por ejemplo, para hacer balas. Descartando la opción de una broma, queda la posibilidad de que la taza se hubiese rodeado de sedimentos compactados -esto ocurre, con el carbón, en pocos años- que dieran la impresión al trabajador de ser un solo nódulo.

Conclusión: seguramente falso.

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