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Yeti

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Yeti

Recreación de un yeti.

Existen, según los habitantes del Himalaya, tres tipos de Yetis:

El pequeño yeti, llamado yeh-teh o mi-teh (mitre), es rechoncho y de la talla de un hombre, o algo menor, entre 1,4 y 1,7 metros.

El gran yeti, llamado dzu-teh (chuti) por los sherpas, mide entre 2 y 2,75 metros de altura.

Un tercer tipo de yeti, al que llaman nyalmo o mi-chen-po. Es un gigante carnívoro, antropófago, de 4 a 5 metros de altura.

Otros nombres: Abominable hombre de las nieves

Mitología: Tibetana

Tipo: críptido

Región: Himalaya, Tíbet

El yeti o abominable hombre de las nieves (o Jigou para los tibetanos del Himalaya) podría ser un críptido interpretado como un simio gigante emparentado con el Pie Grande norteamericano, el Yowie en Australia, y el Kunk en los Andes. Ante la ausencia total de pruebas, solo se cuenta con relatos que lo describen como un simio gigante bípedo que se cree que está localizado en las zonas boscosas de la cordillera del Himalaya, pero otras fuentes indican que podría ser una variedad de oso albo lanudo similar al oso polar.1

Investigaciones

Boceto del Yeti del Himalaya.

Quienes creen en su existencia lo consideran pariente lejano del orangután que habitó en esta cordillera hace millones de años; y que por las características que presentaría, posiblemente esté emparentado con el Pie Grande, el Yowie y el Kunk. Sin embargo, no existen pruebas concluyentes de la existencia de este primate. Incluso otras investigaciones relacionan al yeti con los osos. En algunos monasterios de Nepal se conservan restos supuestamente pertenecientes al yeti, pero que posteriormente se ha demostrado pertenecen a un tipo de cabra local. Por otra parte es muy dudosa la existencia de simios de semejante tamaño. Quienes lo niegan, como el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, afirman que los primates en general y los simios en particular sólo viven en lugares donde existen frutas todo el año, es decir, en las zonas tropicales. Además no hay grandes primates en las estepas, ni en los pinares mediterráneos, ni en los bosques de coníferas, solo simios de pequeño tamaño al no haber suficiente alimento disponible.2​ Por otro lado, el montañero, periodista y jurista César Pérez de Tudela afirmó haber avistado a la bajada del Annapurna, en 1973, al yeti.3

En el año 2008, un grupo de investigación japonés encabezado por el científico Yoshiteru Takashi, líder del proyecto Yeti nipón, recorrió durante 42 días la región de alta montaña Dhaulagiri IV dejando constancia de haber fotografiado presuntas huellas de unos 45 cm de longitud del escurridizo primate. Takashi asegura que volverá a Nepal y al Tíbet durante los próximos años y no dejará el proyecto hasta que su grupo obtenga pruebas fehacientes de la existencia del ser legendario más buscado del planeta. El yeti también es llamado “El Mono Dorado”.

Por otro lado, Reinhold Messner, primer alpinista en subir al Everest sin oxígeno, primero en hacerlo en solitario, primero en coronar los 14 ochomiles, considerado el mejor alpinista del mundo, acostumbrado a vivir en la zona, tras realizar un avistamiento dedicó unos años a su estudio y ha escrito un libro sobre el tema,4​ identificando al ser con el jemo o jemong, el oso pardo tibetano, animal nocturno, grande, que puede caminar a dos patas, de color variable, siempre solitario salvo cuando busca pareja o durante la cría, siendo muy temido por su gran fuerza por los habitantes de la zona, ya que ha causado muchas muertes. Otras fuentes señalan lo mismo, se trataría de un oso similar al oso pardo polar noruego de tipo lanudo adaptado a las alturas. 5

Es de notar que en todos los relatos de avistamientos jamás se menciona más de un individuo. Por ello una objeción muy importante es el hecho que la supervivencia de toda especie requiere la existencia de una población de cierto tamaño, con individuos de diversas edades e incluyendo formas juveniles – que jamás se han referido -, lo que hace muy difícil justificar un ocultamiento de tal población por un tiempo prolongado, como se asevera.

Supuestas reliquias del yeti en los monasterios budistas

Supuesto cuero cabelludo de un yeti, en el monasterio Khumjung, en Nepal.

En algunos monasterios de Nepal se conservan restos supuestamente pertenecientes al yeti, pero que posteriormente se ha demostrado pertenecen a una especie de cabra local. En los monasterios budistas de Khumjung, Pangboche y Namché Bazaar, en Nepal, se dice que conservan como reliquias los cueros cabelludos o escalpos de yetis (además de una supuesta mano incorrupta en el de Pangboche). En 1961, tras un estudio efectuado de la cabellera de Khumjung, se dio a conocer que pertenecía a otra especie de animal, un pariente del rebeco, el serau del Himalaya (Capricornis thar) y no un primate desconocido. El objeto en cuestión es un tipo de caperuza que suelen utilizar los monjes en las danzas rituales. La de los otros monasterios estaban igualmente confeccionadas. Estos artilugios se veneran y son consideradas auténticas reliquias por parte de los monjes del monasterio porque son antiguos, tienen más de trescientos años.

El Yeti: la leyenda del abominable hombre de las nieves.

La antigua leyenda

Dentro de todas las leyendas, el Yeti sin lugar a dudas ocupa un lugar especial junto a Pie Grande y otros enigmáticos homínidos que de vez en cuando aterrorizan a las poblaciones locales. Habitante del Himalaya, el Yeti se popularizó con los aventureros que buscaron escalar el Everest desde mediados del siglo XIX. Son muchos los hombres que aseguran haber visto a uno o varios hombres gigantescos, blancos y peludos mientras recorrían las montañas nevadas.

Los orígenes de la leyenda, sin embargo, no vienen de los aventureros. Los habitantes del Tíbet hablan desde hace cientos de años del Migou, un ser que habita en las tierras heladas y evita a toda costa el contacto con los hombres. Por su parte, los rusos hablan del Chuchuna, muy semejante a estos dos solo que en lugar de vivir en las frías montañas del Himalaya sobrevive en las heladas estepas siberianas. Todas estas podrían ser perfectamente la misma especie.

El Yeti en la Historia

Antes de la llegada de los budistas a la región, los nativos adoraban al que ellos denominaban “el ser de los glaciares” como dios de la cacería. Este ser tenía forma de primate y usaba herramientas para obtener sus presas. Sus creencias terminaron con la llegada de los budistas, pero estos también conocían la existencia de criaturas semejantes al hombre en las cimas nevadas de la cordillera.

Las teorías más comunes establecen que no se trata de un primate, sino de alguna subespecie del oso azul tibetano o el oso pardo del Himalaya, los cuales pueden levantarse en dos pies y, bajo una tormenta de nieve, podrían ser confundidos por un hombre. Así mismo, ayudaría a explicar la razón por la que no se han visto varios especímenes juntos: los encuentros serían con animales que están perdidos, lejos de su hábitat natural.

¿Podría existir esta criatura?

Sin embargo, surgen otras opciones que nos hacen preguntarnos si la leyenda del Yeti no tendrá más de verdad que de mentira. Bryan Sykes, genetista de la Universidad de Oxford, afirma que el Yeti es en realidad una especie diferente, semejante al hombre, que puede superar los dos metros de altura, y que una mujer de esta especie fue capturada a mediados del siglo XIX. Esta mujer, con rasgos de mono, habría tenido familia, la cual Sykes estudió para verificar su material genético, llegando a la conclusión de que si bien provenía de África, la mujer pertenecía a una especie desconocida. (Zana).

Otra teoría que va tomando fuerza es la teoría del eslabón perdido o del humano primitivo. Establece que el enigmático Yeti es en verdad un pariente cercano del hombre, que vive aislado y tiene poblaciones residuales entre el Himalaya y las estepas del norte. Dos candidatos se ofrecen para esta teoría: el hombre de Neanderthal (o algún pariente cercano) y el Gigantopithecus.

La primera propuesta, realizada para el Chuchuna siberiano, establece que se trata en realidad de bandas errantes de cazadores – recolectores que han sobrevivido hasta nuestros días ocultándose, y que no se corresponden con la especie humana. La segunda teoría, más interesante, dice que en verdad se trata de pequeñas poblaciones de Gigantophitecus (un simio gigantesco que convivió con los primeros hombres) que lograron sobrevivir alejadas de la competencia humana. En efecto, el Gigantophitecus se corresponde casi a la perfección con la descripción simiesca – semejante al orangután – que se ha hecho del Yeti.

En el año 2008 un grupo de científicos liderados por el japonés Yoshiteru Takashi (quien dirigía el proyecto Yeti Nipón) encontraron huellas de 45 centímetros, y Takashi asegura que no cesará en sus expediciones hasta que pueda comprobar la existencia del animal.

Evidencias del yeti

El hallazgo de Siberia restablece las leyendas del yeti, ¿pertenece esta huella al pie del yeti? Los científicos siberianos dicen que tienen un descubrimiento en sus manos que levanta la posibilidad de la leyenda del yeti, conocido comunmente como “el abominable hombre de las nieves”. Según la TV rusa, el miembro peludo, bien preservado de una criatura misteriosa, fue encontrado a unos 3.500 metros de altitud en las montañas de Altay, en la región alejada de la Siberia rusa.

Sergey Semenov, el escalador que descubrió el pie, le pareció algo extraño y decidió cogerlo. Las pruebas y las radiografías científicas demuestran que tiene varios miles de años, parece muy humano y los resultados son poco concluyentes, a pesar de ello, lo han etiquetado como el descubrimiento del pie del yeti.

El yeti, o Metoh Kangmi, que significa Abominable hombre de las nieves, denominación con la que habitualmente se refieren los nativos en el Himalaya a este escurridizo personaje es uno de los objetivos más perseguidos por los criptozoólogos. Existen numerosos testimonios durante los últimos cien años. Una de las observaciones más antiguas y fiables del yeti es la proporcionada por el teniente coronel Howard-Bury, quien mientras escalaban la cara norte del Everest observó junto a sus soldados a través de los prismáticos un grupo de puntos negros moviéndose sobre la nieve. Cuando llegaron al lugar, situado a 6.900 metros de altura, su sorpresa al encontrar huellas de considerables dimensiones y claramente no humanas.

Cuatro años después, en 1925, el hindú A. Tombazi, expedicionario y botánico de la Royal Geographical Society, observó a poco más de doscientos metros de distancia una figura humanoide oscura, con el cuerpo cubierto de pelo y sin ropa, que caminaba erguida mientras arrastraba unos arbustos. La observación se dio en las cercanías del glaciar Zemu, a 4.500 metros de altitud, y de la misma tan solo quedaron como evidencias unas huellas en la nieve de 17 centímetros de largo.

En la década de los 70, el montañero británico Don Williams fue testigo, durante una ascensión al Anapurna, de la aparición por dos veces de un posible yeti. Una noche de 1970, y tras escuchar un extraño sonido que uno de los nativos identificó como perteneciente al yeti, pudo ver sobre una roca una forma humanoide negra, hallando al día siguiente unas huellas de 45 cm.

Curiosamente, unos años más tarde, uno de los más célebres aventureros españoles, César Pérez de Tudela, observaba desde el cañón del Gadaki, en la base del Anapurna, una forma humanoide, desnuda, completamente antropomorfa y de un pelaje más bien rojizo que negro.

Lo cierto de las evidencias acumuladas en los últimos cien años, y a pesar del fracaso de la treintena de expediciones científicas emprendidas demuestran suficientemente la existencia del yeti, o al menos de un misterio al que los nativos denominan así. De esta opinión es Reinhold Messner, el más famoso escalador de todos los tiempos, quien, tras una década de indagaciones, publicó en 1998 un libro en que aseguraba haber encontrado la respuesta al misterio. Para Messner, la clave estaba en las creencias de los habitantes del Himalaya, en cuyo panteón religioso se recogía la existencia de seres humanoides peludos ligados a aspectos maléficos, que posteriormente se habrían asociado a determinados animales, en especial a osos kemo, cuyas huellas en la nieve o el barro, y sus observaciones, habrían creado la leyenda de la existencia real del yeti.

La mayoría de las descripciones recogidas coinciden en mostrar al yeti como sí de un hombre salvaje se tratara: bípedo, robusto y con el cuerpo cubierto de pelo oscuro. Evita a los humanos, y posiblemente ahí radique la clave de su supervivencia, mostrando una gran destreza y comunicándose mediante sonidos incomprensibles para los humanos. Algunas tradiciones tibetanas señalan la existencia de hasta tres tipos de yeti: los nyalmo, de hasta 4 metros de altura y carnívoros; los rimi, de unos 2,5 metros, comedores de animales y plantas, y los rackshi bompo, de un tamaño similar al humano, habitantes de regiones inferiores a los 4.000 metros de altura.

En diversas partes del mundo, existe la creencia de algo similar. El Alma ruso, el Yereen chino, el Yowie australiano, pero el mayor número de pruebas vienen de Estados Unidos, por parte del Big Foot, llamado Sasquatch por los indios americanos.

Algunos especialistas proponen la confusión con animales salvajes de comportamiento esquivo, como el ya citado oso kemo, los monos langur hanuman o un gran orangután de las montañas, exponiéndose incluso que se trata de eremitas que viven aislados a gran altitud.

La hipótesis que más adeptos tiene es la del Gigantopithecus, un primate gigante que vivió hace medio millón de años y cuyos restos fósiles han sido hallados en China y la India.

El Yeti, ¿una leyenda tirada por los pelos?

El ADN de las muestras de pelajes atribuidos al abominable hombre de las nieves o al Bigfoot revela que pertenecían a osos, caballos, perros, vacas, mapaches, pero no a ninguna bestia mítica

Fotografía tomada por Eric Shipton en una expedición al Everest que dio origen a la leyenda del Yeti afp/reuters 02/07/2014 13:35h

De osos, caballos, perros, vacas, mapaches y hasta de un humano, pero los investigadores que han analizado el ADN de pelos atribuidos al Yeti, el Bigfoot (Pie Grande), el Sasquatch u otras supuestas criaturas legendarias no han hallado ningún rastro de estas bestias míticas que algunos creen que deambulan por la naturaleza.

Las quejas de los testigos de cientos de avistamientos en el Himalaya, en Rusia o en los bosques de América del Norte de que la ciencia nunca ha tomado en serio sus afirmaciones llevó a un grupo de investigadores a llevar a cabo un riguroso inventario de las muestras de pelo atribuidas a estos supuestos seres monstruosos. Nunca ha podido ser autentificado ningún cuerpo ni ningún fósil.

«Para arrojar un poco de luz sobre este tema tan dudoso, hemos llevado a cabo un análisis sistemático de muestras de pelo atribuidas a estas criaturas», explican Bryan Sykes, profesor de genética humana en la Universidad de Oxford, y su equipo.

En mayo de 2012, estos investigadores pidieron a los museos y colecciones privadas susceptibles de contar con pelos del Yeti para que se los cedieran para este estudio que han realizado con la colaboración del Museo de Zoología de Lausana, en Suiza. Han recibido 57 en total.

Una vez descartadas las fibras de vidrio o de sustancias vegetales, los científicos seleccionaron 36 muestras «en razón de su origen y su interés histórico» y han tratado de analizar su perfil genético.

Se las arreglaron para extraer el ADN de treinta muestras para compararlas con el genoma de especies conocidas. Nada de Yeti, de Almasty -su equivalente ruso- o de Bigfoot, pero sí de animales de todo pelaje: numerosos osos y caballos, así como algunas vacas y cánidos (lobos, perros o coyotes).

Los investigadores han identificado también pelos de mapache en una muestra enviada desde Arizona y, más sorprendentemente, de otra recogida en Rusia, un país que no forma parte del hábitat natural de este animal.

Un mechón de pelo recogido en Texas pertenece a un ser humano, probablemente de origen europeo por parte de madre.

Un oso desconocido

Los genetistas no han encontrado al Yeti, pero los pelos les han puesto sobre la pista de una nueva especie animal. Dos muestras -una de la región de Ladakh, en India, y otra de Bután– «corresponden al 100% con el ADN de un fósil de oso polar (Ursus maritimus) datado hace más de 40.000 años», durante el Pleistoceno, afirman.

Según el estudio, la primera de las muestras, de color «marrón-rojizo», fue tomada a una alta altitud (alrededor de 3.200 metros) en un bosque de bambús en Bután, un lugar calificado de «nido de migyhur», el equivalente al Yeti en este pequeño país del Himalaya.

La segunda, de color «rubio-dorado», proviene de un animal muerte hace unos cuarenta años por un cazador en Ladakh, al otro lado del Himalaya.

«Incluso aunque hay algunas zonas de osos blancos en Asia central y en el Himalaya, es más probable que estos pelos pertenezcan a una especie de oso desconocida hasta ahora, o a una variedad de oso polar de diferente color, o incluso de híbridos de osos polares (U. maritimus) y osos pardos (Ursus arctos)», consideran los investigadores. Creen necesario de todas formas proceder a análisis genéticos más exhaustivos para determinarlo y no descartan una expedición a la zona para observar este misterioso oso.

«Si se trata de híbridos, los especímenes de Ladakh y de Bután descienden probablemente de una cepa aparecida en los inicios de la diferenciación entre osos pardos y osos polares», precisa el estudio, publicado este miércoles en la revista británica Proceedings de la Royal Society B.

«Si esos osos se distribuyeron por todo el Himalaya, podrían haber contribuido a fomentar la leyenda del Yeti, particularmente si, como afirma el cazador que mató al especímen en Ladakh, tienen un comportamiento más agresivo frente a los humanos que las especies locales conocidas», escriben los autores.

El mito del Yeti, a menudo descrito como una bestia mitad hombre mitad animal, se ha nutrido con fotografías de huellas gigantes en la nieve, tomadas por el alpinista británico Eric Shipton durante su expedición al Everest en 1951.

El alpinista Reinhold Messner, que en 1986 creyó haber percibido a la bestia, concluyó finalmente en 1998 en un libro que el animal solo existía en la imaginación de la gente, que lo confunden con osos pardos del Himalaya.

En Estados Unidos, el descubrimiento de grandes huellas en la década de 1950 en el norte de California alimentó la leyenda del Bigfoot que aún hoy sigue presente en televisión con la serie de Animal Planet «Finding Bigfoot». En mayo, dos cazadores de Bethel, Alaska, aseguraron a un diario local haber visto entre la espesura a un Bigfoot sentado junto a un lago aunque no se tomó ninguna muestra.

Científicos británicos demuestran que el Yeti existe y es un oso híbrido

Científicos británicos han puesto al descubierto la realidad de una de las leyendas más emblemáticas del mundo de la montaña. El Yeti, el Abominable Hombre de las Nieves, existe y es un híbrido entre oso polar y oso pardo del Himalaya, según demuestran los análisis de ADN.

Huella de un yeti fotografiada durante la travesía Dolpo-Mustang (José Ramón Bacelar/desnivelpress.com)

  • Huella de un yeti fotografiada durante la travesía Dolpo-Mustang
  • Huellas de un yeti en el Empty Valley, durante la travesía Dolpo-Mustang
  • Fotografía de una pisada del Yeti tomada por Eric Shipton en el Himalaya en 1951

El Yeti, o Abominable Hombre de las Nieves, pertenecía hasta ahora al ámbito de la criptozoología (disciplina que se ocupa del estudio y la búsqueda de animales hipotéticos, conocidos como críptidos), entre la mitología y el folklore. Su leyenda lo sitúa en los bosques y las montañas del Himalaya de Nepal y Tibet, pueblos que tienen más de media docena de nombres para la criatura, descrita como un enorme bípedo peludo de 2 a 3 metros de altura.

La leyenda fue exportada a los países occidentales a partir de los años veinte, de la mano de los alpinistas que regresaban del Himalaya repitiendo las historias que les habían contado los sherpas y otros habitantes de los valles montañosos de la zona. Los avistamientos que algunos montañeros aseguraban haber realizado siempre se tomaron como algo más cercano a la fantasía que a la realidad e incluso muchos recibieron con condescendencia el libro que Reinhold Messner escribió sobre la material Yeti. Leyenda y realidad (Ediciones Desnivel, 1999).

Importancia del Yeti en la cultura nepalí

De vuelta en Nepal, al Yeti se le toma muy en serio y, de hecho, forma parte importante de su cultura. En el Festival Rimdu Mani, que tiene lugar durante la primera luna llena del noveno mes del calendario lunar tibetano (finales de octubre), los monjes locales se cubren con máscaras que representan a diferentes divinidades durante una danza ritual: uno de los monjes encarna el papel del Yeti.

Finalmente, los sherpas nativos también cuentan una leyenda relacionada con el Yeti y que establece que éste sólo se aparecerá a aquellos que crean en él.

Alejandro Magno ya habría oído contar historias sobre el hombre-bestia en el valle del Indo en el año 326 a. C. (Berthold Werner/CC BY-SA 3.0)

También, según investigaciones de National Geographic, los nazis estuvieron interesados en el Yeti, creyendo que podría tratarse de un antepasado de la raza aria. El Jefe de la S. S., Heinrich Himmler, habría enviado a Nepal en 1938 al profesor alemán Ernst Schäfer para buscar a la criatura. Schäfer llegó a la conclusión de que el Yeti era en realidad un oso tibetano.

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