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Archivo diario: 4 noviembre, 2016

AMS-02

Alpha Magnetic Spectrometer

Organization: AMS Collaboration

Mission Type: Cosmic rayams-02-1

Host Satellite: International Space Station

Launch: 16 May 2011 08:56:28 EDT[1][2][3] (13:56:28 UTC)

Launch vehicle: Space Shuttle Endeavour

Launch site: Kennedy Space Center LC 39A

Mission duration: 10 años o más[2]

Lapso de tiempo de la misión: 5 años, 4 meses y 24 días

Masa: 6,717 kg (14,808 lb)

Consumo de potencia: 2000–2500 W

Webpage: AMS-02 homepage

Orbital elements (ISS)

Inclination: 51.6 degrees

Orbit: LEOams-02-2

Min altitude: 341 km (184 nmi)

Max altitude: 353 km (191 nmi)

Period: ~91 minutes

El AMS-02 (AMS Collaboration).

Resumen previo:

AMS-02 es un experimento de física de partículas desde la Estación Espacial Internacional cuyo cometido es la medida precisa de rayos cósmicos hasta la carga del hierro. Dos docenas de instituciones de varios países, colaboran en su construcción y en la explotación de los datos. Su puesta en funcionamiento está prevista para el 2009, en una misión que durará más de 3 años. En esta tesis se analizan las capacidades de detección de rayos gamma de alta energía (1-100 GeV) de este instrumento, particularmente mediante el uso del detector de trazas de silicio. Para ello se ha recurrido a una simulación Montecarlo detallada a partir de la cual se han obtenido algunos parámetros de referencia: el área efectiva pico (500 cm2 a más de 10 GeV), la resolución energética (2-3% a 10 GeV) y la resolución angular (0.1 a 10 GeV) entre otros. También se han determinado estrategias de selección de la señal de rayos gamma frente la mucho más intensa de rayos cósmicos cargados. Estos resultados se han validado mediante una extensa prueba sobre un prototipo en el acelerador Protón-Sincrotrón en el CERN. En dicha prueba, haciendo uso de un haz de electrones produciendo rayos gamma en un blanco, se confirmaron las resoluciones angular y energética para rayos gamma en el rango de las bajas energías (1-7 GeV) donde se concentrará la mayor parte de la estadística, así como el rendimiento de la electrónica de vuelo y para la detección de electrones. Finalmente, se han utilizado los rendimientos hallados para extrapolar a diversos casos de astrofísica: el estudio de modelos de púlsares, estallidos de rayos gamma, el fondo difuso galáctico y la búsqueda de materia oscura supersimétrica.

AMS-02: el telescopio de rayos cósmicos

Daniel Marín 17 may 11

Han sido necesarios 16 años y dos mil millones de dólares para crear el instrumento científico más caro y complejo que haya volado jamás a la estación espacial internaams-02-3cional (ISS). La criatura responde al nombre de AMS-02 (Alpha Magnetic Spectrometer 2) y ha sido construida gracias a la colaboración de 16 países -España incluida- y más de 50 instituciones distintas. El AMS-02 ha sido un instrumento polémico, tanto por su elevado coste como por su turbulenta historia. Fue cancelado por la NASA a raíz del accidente del Columbia en 2003, pero una resolución inaudita del mismísimo Congreso de los Estados Unidos obligó a la agencia espacial a incluir la misión STS-134 Endeavour con el fin de instalarlo en la ISS. ¿El objetivo de este carísimo instrumento?: desentrañar el misterio de la composición de los rayos cósmicos.

La importancia de los rayos cósmicos

Bajo el nombre genérico de rayos cósmicos se esconden todas aquellas partículas que llegan a nuestro planeta desde el exterior del Sistema Solar. Dependiendo de su origen, los científicos prefieren denominarlos GCR (Galactic Cosmic Rays) o EGC (Extragalactic Cosmic Rays), porque, como todo el mundo sabe, un acrónimo siempre transmite una mayor seriedad. “Rayos cósmicos” suena a algo salido de un episodio de los ‘Cuatro Fantásticos’, mientras que GCR transmite el aplomo que la ciencia de verdad necesita. En cualquier caso, cuando hablamos de rayos cósmicos casi siempre nos referimos a los GCR, ya que los ECR son una rareza cósmica. Se cree que la mayor parte de los GCR se originaron hace millones de años durante la explosión de alguna supernova, mientras que otros nacieron en las cercanías de alguna estrella de neutrones o agujero negro. Desde entonces han vagado por la Vía Láctea confinados por la acción del campo magnético galáctico. La mayoría de estas partículas son protones (un 90% aproximadamente) y partículas alfa (núcleos de helio, un 8%), pero el 2% restante está formado por núcleos pesados, electrones y partículas de antimateria (positrones y antiprotones). Y precisamente en el análisis de estas partículas de antimateria reside el principal interés del AMS.

Los rayos cósmicos chocan con las moléculas de la alta atmósfera para producir una cascada de partículas secundarias (AMS Collaboration). Como cualquierams-02-4a que haya leído ‘Ángeles y demonios’ sabe, los científicos se pasan el día creando antimateria en los aceleradores de partículas. Aunque en realidad se trata de una cantidad claramente insuficiente para destruir ciudades o propulsar cohetes, la antimateria no es una sustancia exótica, ni mucho menos. Pero la antimateria cósmica es otro cantar. Algunos de los positrones (y antiprotones) que llegan a la Tierra desde las profundidades del cosmos podrían ser resultado de la aniquilación de partículas de materia oscura, esa misteriosa sustancia que forma el 23% del Universo pero que nadie sabe qué es.

La composición del Universo (AMS Collaboration).

De acuerdo con muchos modelos teóricos, las partículas de materia oscura fría (WIMPs) como el neutralino serían sus propias antipartículas. Por lo tanto, cuando dos partículas de materia oscura colisionan entre sí -un suceso relativamente poco frecuente-, generan rayos gamma que a su vez crean otras partículas secundarias, incluyendo positrones. Si somos capaces de medir la proporción entre el flujo de electrones y el de positrones cósmicos, podríamos en principio determinar de forma indirecta la masa de la(s) partícula(s) de materia oscura. Por supuesto, la materia oscura no es la única fuente posible de positrones cósmicos, ya que probablemente la mayoría se ha formado bien mediante la interacción de protones y núcleos pesados con el gas intergaláctico, bien por la acción de estrellas de neutrones.

Si los positrones son interesantes, los antiprotones lo son aún más. Poco después del Big Bang se formaron partículas de materia y de antimateria, un proceso conocido como bariogénesis. No obstante, no parece que existan regiones de nuestro Universo formadas por antimateria. Si las hubiese, observaríamos continuamente en el cielo potentes emisiones de rayos gamma procedentes de la aniquilación de las galaxias con las antigalaxias. Para evitar esta aparente paradoja, los científicos concluyeron hace muchos años que en el Universo primordial se formó más materia que antimateria cortesía de una violación en la simetría de las leyes físicas conocida como la asimetría carga-paridad (CP). Todo el Universo visible, incluidos nosotros mismos, sería el resultado de esa pequeña asimetría primigenia. Sin embargo, y pese a su popularidad, lo cierto es que la asimetría CP no es más que una explicación ad hoc y el misterio del desequilibrio primordial entre materia y antimateria sigue sin estar resuelto. Puede que no existan antigalaxias o antiestrellas, pero por lo que sabemos podrían existir perfectamente antiprotones primordiales viajando por el espacio. Es más, quizás existan hasta núcleos de antihelio o anticarbono formados poco después del Big Bang. O quizás no. Pero está claro que vale la pena estudiarlos, tanto si finalmente los descubrimos como si no.

AMS-02: una historia turbulenta

Determinar la naturaleza de la materia oscura, estudiar la antimateria primordial, analizar los fenómenos más violentos del Universo…parece claro que los detectores de rayos cósmicos son instrumentos con un enorme potencial científico. Entonces, ¿por qué hemos tenido que esperar al AMS para estudiar estos fenómenos? ¿Por qué no se han construido instrumentos similares en la Tierra? La respuesta es que sí lo hemos hecho, pero resulta muy difícil analizar los rayos cósmicos desde la superficie terrestre. Al chocar con las moléculas de la atmósfera, los rayos cósmicos generan una cascada de partículas secundarias que enmascaran la naturaleza original de las partículas incidentes. Por este motivo, los detectores de rayos cósmicos situados en la Tierra sólo son capaces de detectar las partículas más energéticas (por encima de 1 TeV). Las partículas con menos energía se pierden en el ruido de las partículas secundarias. Si queremos estudiar las codiciadas partículas de antimateria necesitamos un instrumento situado en el espacio.

Por supuesto, el AMS-02 no es el primer instrumento de este tipo que alcanza la órbita. Muchos otros han sido lanzados anteriormente (PAMELA, HEAT, etc.), pero la clave estriba en la sensibilidad excepcional de esta máquina. Determinar la naturaleza exacta de los rayos cósmicos es muy complicado, incluso estando en el espacio. Un método utilizado por la práctica totalidad de detectores situados en los aceleradores de partículas es emplear un potente imán para desviar la trayectoria de las partículas cargadas. De este modo, las partículas incidentes modificarán su trayectoria en función de su masa y velocidad al atravesar el campo magnético, lo que delata su naturaleza. Un instrumento de este tipo se denomina espectrómetro magnético. Sin embargo, si echamos un vistazo a cualquiera de los detectores situados en los aceleradores de partículas podremos entender por qué no se ha lanzado antes un instrumento de estas características. Los detectores de partículas son ams-02-5grandes y consumen cantidades ingentes de energía eléctrica, precisamente dos características que entran en conflicto con los requisitos más básicos de cualquier misión espacial.

A ver quién es el guapo que manda esto al espacio (CERN).

Aunque la idea de lanzar un gran espectrómetro magnético para estudiar los rayos cósmicos ha rondado la mente de los científicos desde los años 70, no sería hasta 1994 cuando el AMS vería la luz. Por entonces, Rusia y los Estados Unidos habían acordado fusionar sus proyectos de estaciones espaciales (Mir 2 y Freedom, respectivamente) para crear la estación espacial internacional. La ISS sería el proyecto espacial más caro y complejo de la historia y la NASA se lanzó a una frenética carrera para buscar aplicaciones científicas que justificasen la construcción de este laboratorio orbital. Pero con la excepción de los consabidos experimentos relacionados con la microgravedad, lo cierto es que la ISS no era la plataforma ideal para experimentos científicos. La mayoría de instrumentos astronómicos o de observación terrestre serían más útiles -y baratos- instalados en satélites convencionales.

Pero los destinos de la ISS y la investigación de los rayos cósmicos se cruzarían de la mano de Samuel Ting. Ting había ganado el premio Nobel de física en 1976 y creía firmemente en el uso de detectores espaciales que complementasen los aceleradores de partículas terrestres. Haciendo uso de sus influyentes contactos al más alto nivel, Ting presionó para que entre los instrumentos principales de la estación se incluyese un espectrómetro magnético al que denominó Alpha (el nombre ams-02-6no oficial de la ISS por aquella época). A diferencia de otros instrumentos científicos, un espectrómetro magnético funcionaría igual o mejor acoplado a la ISS que en vuelo libre. Además, su gran masa no sería un problema y los enormes paneles solares de la estación proporcionarían toda la energía eléctrica que el instrumento pudiese necesitar. De hecho, se determinó que el AMS saldría más barato acoplado a la ISS que como satélite independiente. La NASA aceptó encantada la propuesta de Ting y pasó a desarrollar el instrumento junto con el departamento de energía (DoE). Pronto se sumaron colaboraciones de varios países y el instrumento creció en complejidad al mismo tiempo que su coste se disparó hasta superar los 1500 millones de dólares.

Samuel Ting, investigador principal del AMS (DLR).

Se planearon dos misiones, la AMS-01 y la AMS-02. AMS-01sería un prototipo del instrumento definitivo que debería viajar en la bodega del transbordador espacial durante diez días y tendría un consumo de 700 W. AMS-02 sería el instrumento que estaría en el exterior de la ISS, con un consumo de casi 3 kW. El imán del AMS-01, la parte más crítica del aparato, sería permanente (“normalito”, vamos), pero el AMS-02 emplearía un imán superconductor capaz de generar un potentísimo campo magnético de 0,9 tesla (9000 gauss). La superconductividad tenía un alto precio, y es que el imán debía estar refrigerado por helio líquido, lo que limitaba su vida útil. Según el plan original, el AMS-02 sería instalado durante tres años en el exterior de la ISS hasta que el helio se agotase y el imán superconductor dejase de funcionar. Después sería retirado por el transbordador y traído de vuelta a la Tierra para una misión posterior.

Configuración inicial del AMS-02 (AMS Collaboration). ams-02-8

ams-02-7En 1999 comenzaría la construcción del AMS-02. De acuerdo con lo planeado, el AMS-02 viajaría a la ISS en 2002 a bordo de la STS-121, aunque la misión sufriría varios retrasos. Desgraciadamente, fue entonces cuando tuvo lugar la catástrofe del Columbia. Poco después, la NASA decidió que los transbordadores espaciales serían retirados en 2010. Sólo se lanzarían las misiones esenciales para terminar el montaje de la ISS, nada más. Después de tantos desvelos, el AMS-02 sería cancelado en 2005. Pero la historia no quedó ahí. Samuel Ting y los científicos del proyecto volvieron a presionar para forzar el retorno del AMS-02 al manifiesto de vuelo de la NASA. Contra todo pronóstico, en 2007 el Congreso de los Estados Unidos obligó a la agencia espacial a incluir una vez más el AMS-02 en sus planes.

Sin embargo, el proyecto debía revisarse. Se acordó eliminar el imán superconductor e incluir un imán permanente de “sólo” 0,13 tesla (1250 gauss o 4000 veces el campo magnético terrestre), una decisión que no estuvo exenta de polémica. De este modo, la vida del instrumento no estaría limitada a los tres años inicialmente previstos y podría permanecer en servicio entre diez y quince años, o lo que es lo mismo, hasta que el campo magnético del imáams-02-10n se volviese demasiado débil para ser útil. La precisión del instrumento a bajas energías se reduciría en un 10%, precisamente el rango más interesante desde el punto de vista científico. A cambio, el AMS-02ams-02-9 estaría más años en funcionamiento y, por lo tanto, podría detectar una mayor cantidad de partículas (en un factor de 2-6 veces más).

Instalando el imán permanente del AMS-02 (AMS Collaboration).

Características del campo magnético del imán permanente del AMS (AMS Collaboration).

En 2008 el AMS-02 recibiría la aprobación oficial y en 2009 la NASA incluyó una última misión en el programa del shuttle con el único objetivo de lanzar el AMS-02 hasta la ISS, misión que se denominó STS-134 (aunque finalmente la última misión del transbordador será la STS-135 Atlantis). Después de 16 años, el AMS-02 despegaría por fin el 16 de mayo de 2011 a bordo del Endeavour.ams-02-11

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El imán superconductor refrigerado por helio finalmente cancelado (AMS Collaboration).

El AMS durante las pruebas en el ESTEC de la ESA (AMS Collaboration).

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 AMS-02 en la bodega del transbordador Endeavour (NASA).

El AMS-02

El AMS-02 es un instrumento único capaz de detectar rayos cósmicos en el rango de energías de 0,5-2000 GeV. Es capaz de discriminar un núcleo de antihelio entre diez mil millones de núcleos de helio, así como medir la composición y el espectro de las partículas cargadas con una precisión del 1%. El imán permanente tiene unas dimensiones de 1,105 x 0,800 metros y una masa de 1200 kg. Está compuesto por 6000 bloques de una aleación de neodimio, hierro y boro.

Vista del AMS-02 y sus instrumentos (AMS Collaboration). ams-02-15ams-02-14

El papel de cada instrumento (AMS Collaboration).

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El AMS-02 incorpora un total de ocho instrumentos:

Instrumento TRD (en negro) en la parte superior del AMS (AMS Collaboration).

  • TRD (Transition Radiation Detector): al estar situado en la parte superior del AMS, se trata del primer instrumento que atravesarán las partículas antes de pasar por el imán. Permite distinguir entre las partículas ligeras y pesadas con la misma carga, lo que es fundamental para separar los protones de los positrones. Está compuesto por 328 módulos, cada uno de ellos con 16 celdas rellenas de xenón y dióxido de carbono. Si un electrón o un positrón atraviesa estas celdas, emitirá rayos X, mientras que un protón no lo hará. Contiene 5 kg de gas, el cual tardará 24 años como míniams-02-17mo en filtrarse fuera del instrumento.
  • ToF (Time of Flight Counters): es un instrumento formado por dos detectores en ambos extremos del AMS que permiten determinar la velocidad y dirección de las partículas incidentes siempre que éstas se muevan por debajo del 98% de la velocidad de la luz. Tiams-02-18ene una resolución temporal de 160 picosegundos.

Parte superior e inferior del ToF (AMS Collaboration).

  • Sensores de silicio (Silicon Trackers): permiten determinar la trayectoria de las partículas mientras pasan por el AMS, una información vital para determinar su naturaleza.

Los detectores de silicio integrados con el imán principal (AMS Collaboration).

  • TAS (Tracker Alignment System): se trata de un sistema de láseres que monitoriza constantemente la alineación de los detectores de silicio con una precisión superior a cinco micras.

TAS (AMS Collaboration). ams-02-19

  • ACC (Anti-Coincidence Counter): permite determinar qué partículas entran en el AMS por los laterales en vez de por los extremos para así no tenerlas en cuenta en los datos.

El ACC está en el lateral del AMS (AMS Collaboration). ams-02-20

  • RICH (Ring Imaging Cherenkov Detector): calcula la velocidad de las partículas incidentes midiendo la radiación Cherenkov emitida. Ha sido construido con colaboración española.

RICH (AMS Collaboration).

  • ECAL (Electromagnetic Calorimeter): permite determinar la energía de las partículas incidentes. Está formado por un bloque de plomo en varios niveles con miles de fibras ópticas en su interior.

Uno de los “ladrillos” de ECAL (AMS Collaboration). ams-02-21ams-02-22

  • Sensores estelares y GPS: determinan la posición exacta del AMS con respecto a la ISS y la Tierra.

 España ha invertido 11,4 millones de euros en el AMS-02 colaborando en la construcción del instrumento RICH, un esfuerzo que ha sido canalizado por el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) y el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

Como hemos visto, AMS-02 será capaz de discriminar entre distintos candidatos a materia oscura (por ejemplo, neutralinos o bosones de Kaluza-Klein) midiendo el flujo de positrones. En caso de no detectar ningún exceso de positrones, probablemente habría que revisar los modelos actuales de materia oscura. Por otro lado, quizás la contribución científica más importante a largo plazo del AMS-02 será establecer un límite a la cantidad de antimateria primordial existente en la actualidad. Además de investigar la materia oscura y la antimateria primigenia, AMS-02 podrá detectar posibles partículas de “materia extraña” (strangelets).

Lugar que ocupará el AMS-02 en el exterior de la ISS (NASA).ams-02-23

El AMS-02 promete revolucionar la física moderna y se ha convertido en la gran esperanza de aquellos que quieren ver en la ISS una plataforma científica de primer orden. Pero según sus numerosos críticos, con los más de dos mil millones de dólares que ha costado este instrumento se podrían haber lanzado muchas otras misiones espaciales, tanto o más interesantes. Dentro de unos años sabremos si todo este esfuerzo ha valido la pena. Quién sabe, a lo mejor sí que existen las antigalaxias.

Más información:

La comunidad de física discute los últimos resultados del experimento AMSams-02-24

15/04/2015

Los resultados del Espectrómetro Magnético Alfa (AMS, por sus siglas en inglés), situado en la Estación Espacial Internacional (ISS), centran el encuentro AMS Days at CERN, que reúne a muchos de los físicos teóricos más importantes y a los investigadores principales de algunos de los mayores experimentos mundiales en el campo de la física de rayos cósmicos (IceCube, Observatorio Pierre Auger, Fermi-LAT, H.E.S.S. y CTA, Telescope Array, JEM-EUSO e ISS-CREAM).

El principal objetivo del encuentro científico es comprender las conexiones de los resultados de AMS y los de estos otros grandes experimentos de rayos cósmicos con las teorías actuales. Los últimos resultados (publicados y por publicar) de AMS serán presentados por miembros de la colaboración internacional del experimento durante los tres días que dura el evento. Entre ellos se encuentran investigadores del CIEMAT, que lidera la participación española en AMS. La conferencia puede seguirse por webcast.

 AMS es el único gran experimento de física de partículas en la ISS. Durante sus cuatro primeros años en órbita, AMS ha recogido más de 60.000 millones de rayos cósmicos (electrones, positrones, protones, antiprotones y núcleos de helio, litio, boro, carbón, oxígeno…) de energías que superan los varios teraelectronvoltios. Como carga externa de la ISS hasta al menos 2024, AMS continuará acumulando y analizando un creciente volumen de datos a las más altas energías que, junto a un profundo conocimiento del detector y de los errores sistemáticos, proporcionarán información de gran valor. ams-02-25

Los resultados de AMS en la fracción de positrones, el espectro de electrones, el espectro de positrones y de ambos combinados son compatibles con colisiones de materia oscura y no pueden explicarse mediante modelos existentes de colisiones de rayos cósmicos ordinarios. Hay muchos nuevos modelos teóricos que muestran que los resultados pueden explicarse mediante nuevas fuentes astrofísicas (cómo púlsares) o mediante nuevos mecanismos de aceleración y propagación (como los remanentes de supernovas).

Las últimas medidas de AMS de la fracción de positrones, el cociente antiprotón/protón, el comportamiento de los flujos de electrones, positrones, protones, helio y otros núcleos proporciona información precisa e inesperada. La precisión y características de los datos, procedentes de muchos tipos distintos de rayos cósmicos, requieren un modelo integral para determinar si su origen es la materia oscura, fuentes astrofísicas, mecanismos de aceleración o una combinación.

“Estoy muy contento de que tantos científicos importantes estén interesados en los resultados de AMS y asistan al CERN para este encuentro”, dijo Samuel Ting, portavoz de AMS y Premio Nobel de Física en 1976. “Los resultados inexplicados estimulan a la comunidad de física, tanto a los teóricos como a los experimentales. Pueden ser una puerta a un nuevo descubrimiento, o a un nuevo misterio”, dijo el Director General del CERN, Rolf Heuer.

SOFIA

Siglas de Stratospheric Observatory For Infrared Astronomy (SOFIA) es un avión Boeing 747SP de la NASA modificado para trasportar un telescopio reflector de 2,5 metros construido por la agencia espacial alemana DLR. Vuela a una altitud de unos 13 km y efectúa observaciones en el infrarrojo entre longitudes de onda de 0,3 y 1600 μ {\displaystyle \mu } m.

Organización

Agencia espacial alemana DLRsofia1

Coordenadas: 34°55′23″N 117°53′06″O

Altitud: 13 000 m

Longitud de onda: infrarrojo entre 0,3 y 1600 μ {\displaystyle \mu } m.

Fecha de construcción: diciembre de 2009.

Primera observación: mayo de 2010.

Diámetro: 2,5 m

Tipo de montaje: Telescopio reflector con apertura de 2,5 m montado a bordo de un Boeing 747SP de la NASA modificado.

Sitio web: SOFIA en la página de la DLR

SOFIA busca los secretos del nacimiento de los planetas

Imagine cortar puertas rectangulares en el costado de un avión 747, instalar un telescopio de 17 toneladas y volar a la estratosfera para resolver uno de los misterios más grandes de la astronomía. Eso es lo que la NASA y el Centro Aeroespacial Alemán planean hacer con el observatorio aéreo de vanguardia llamado SOFIA.sofia2

Noviembre 19, 2009: No siempre se necesita un cohete para hacer ciencia de cohetes. Algunas veces, un simple avión alcanza —un simple avión Boeing 747 que transporte un telescopio de 17 toneladas y 2,7 metros (9 pies) de ancho, llamado SOFIA.

SOFIA, que es el nombre abreviado en idioma inglés de Stratospheric Observatory for Infrared Astronomy (Observatorio Estratosférico para Astronomía Infrarroja, en idioma español), observará el universo mientras se desliza a través de la estratosfera a 13.700 metros (45.000 pies) de altura. Cuando comience sus operaciones el año próximo, será el observatorio aéreo más grande y avanzado del mundo.

Derecha: El observatorio infrarrojo SOFIA 747SP, de la NASA, sobrevuela su hogar: las Instalaciones de Operaciones de Aeronaves Dryden (Dryden Aircraft Operations Facility, en idioma inglés), en Palmdale, California. Crédito de la imagen: NASA/Jim Ross.

“SOFIA está preparado para lograr resultados científicos espectaculares”, dice la científica del proyecto Pamela Marcum. “Por ejemplo, este telescopio nos ayudará a averiguar cómo se forman los planetas y cómo llegó a existir nuestro propio sistema solar”.

Y, como es un observatorio móvil, puede volar a cualquier lugar, a cualquier hora. SOFIA se puede ubicar en una determinada posición para capturar eventos astronómicos especialmente interesantes, tales como ocultaciones estelares (cuando objetos celestes cruzan frente a estrellas localizadas en el fondo), mientras que los telescopios en tierra, ubicados en posiciones geográficas “incorrectas” en la superficie de la Tierra, se pierden el espectáculo. SOFIA volará por arriba del velo de vapor de agua1 que rodea a la Tierra con el fin de lograr una mirada amplia del cosmos.

Abajo: (Izquierda) El telescopio infrarrojo de 2,5 metros, de SOFIA, mira hacia afuera de su cavidad, en la parte trasera del fuselaje. (Derecha) Una toma de cerca del ensamblaje del telescopio construido en Alemania. Crédito de la imagen: NASA/Tom Tschida. Imágenes ampliadas: #1, #2.

sofia3Si bien nuestra galaxia está repleta de sistemas planetarios, los astrónomos no saben exactamente cómo se forman. Esto se debe a que los telescopios comunes no pueden ver a través de las gigantes y densas nubes de gas y polvo que dan origen a los planetas. Usando longitudes de onda infrarroja, SOFIA puede penetrar la bruma y observar el proceso de nacimiento —mostrando a los científicos cómo se juntan las moléculas para construir mundos.

“SOFIA será capaz de localizar la ‘línea de hielo planetaria’ donde el vapor de agua se convierte en hielo en el disco de polvo y gas que hay alrededor de las estrellas jóvenes”, dice Marcum. “Eso es importante porque pensamos que allí es donde se forman los gigantes gaseosos. Los núcleos planetarios más masivos son más comunes [en las cercanías de la línea de hielo] porque las condiciones son las mejores para formar rocas y también hielo”. (Partículas de hielo pegajosas ayudan a formar planetas de igual manera que ayudan a formar una bola de nieve para lanzar a un amigo desprevenido.)

“Una vez que se forma un núcleo lo suficientemente grande, su gravedad se vuelve lo suficientemente fuerte como para atrapar gas, de modo que más moléculas de hidrógeno y de helio puedan ‘pegarse’. Entonces, estos grandes núcleos pueden crecer hasta convertirse en gigantes gaseosos como Júpiter y Saturno. De lo contrario, continúan siendo planetas más pequeños, con hielo y rocas”.

Derecha: Concepto artístico de un disco protoplanetario donde se originan los planetas jóvenes. Crédito de la imagen: NASA/JPL-Caltech.sofia4

“SOFIA también será capaz de indicar dónde se localizan dentro del disco protoplanetario los componentes básicos, tales como el oxígeno, el metano y el dióxido de carbono2“.

Conocer dónde se ubican varias sustancias dentro del disco nos ayudará a saber cómo se juntan desde “abajo” para formar planetas.

Una de las fortalezas clave del telescopio es que será el complemento de otros observatorios infrarrojos. Con una vida útil de 20 años, puede llevar a cabo estudios de seguimiento de objetos que telescopios infrarrojos de corta vida útil no tienen tiempo de realizar. Si, por ejemplo, un observatorio en órbita, como el WISE (Widefield Infrared Survey Explorer, en idioma inglés, o Explorador Infrarrojo de Campo Amplio, en idioma español), detecta algo que merezca más atención, SOFIA puede realizar una larga y detenida observación, mientras el WISE continúa mirando el resto del cielo.

“WISE está diseñado para escanear el cielo entero en longitudes de onda infrarroja y reunir información de una multitud de objetos, más que para estudiar objetos particulares con gran profundidad”, explica Marcum. “Pero SOFIA tiene tiempo de sobra para realizar estudios más profundos”.

Abajo: Para ilustrar de qué manera los sensores infrarrojos pueden ver cosas que el ojo humano no puede apreciar, Marcum ofrece estas imágenes de luz blanca, comparadas con imágenes infrarrojas, de un perro de sangre caliente y de una lagartija de sangre fría.

sofia5SOFIA también puede hacer ciencia mediante estudios de seguimiento llevados a cabo con el fin de cosechar todos los beneficios de los descubrimientos que surgieron de las investigaciones espaciales realizadas por Herschel y, después, de los estudios en el cercano y mediano infrarrojo que hizo el Telescopio Espacial James Webb.

“Una vez que a Herschel se le terminen sus tres años de enfriador, SOFIA será el único observatorio que pueda proporcionar, de manera rutinaria, una cobertura dentro del rango que abarca desde las longitudes de onda del lejano infrarrojo hasta las ondas submilimétricas. Esta parte del espectro es un territorio casi absolutamente inexplorado”.

“Y, aunque SOFIA cubre la misma parte del espectro que el Telescopio Espacial James Webb (JWST o James Webb Space Telescope, en idioma inglés), está optimizado para alcanzar longitudes de onda ubicadas exactamente más allá de las que puede detectar el JWST, para complementar sus observaciones. SOFIA realizará un fantástico trabajo ya que observará en el espacio que queda entre las longitudes de onda que capta el JWST y las que capta el Herschel”.

A diferencia de estos telescopios espaciales, SOFIA puede “regresar al granero” periódicamente para reparar, ajustar sus instrumentos o incluso cambiarlos por otros instrumentos científicos nuevos y mejorados —siguiendo el ritmo de la ciencia de vanguardia desde un “simple” aeroplano.

SOFIA, el telescopio más alto del mundo

Por @Wicho — 30 de Diciembre de 2009

A pesar de todos los avances tecnológicos que nos permiten construir telescopios cada vez más grandes y/o efectivos, en especial gracias a las ópticas adaptativas y las ópticas activas, hay un enemigo contra el que los astrónomos poco pueden hacer, la atmósfera de nuestro planeta.

Una forma de paliar sus efectos es construir telescopios en sitios altos y con buen clima para las observaciones astronómicas (lo cual usualmente quiere decir seco), como por ejemplo el Observatorio Austral Europeo, situado en el desierto de Atacama en Chile, el lugar más árido del planeta, o el PLATeau Observatory, un observatorio automatizado situado en la planicie antártica, donde el extremo frío reinante hace que apenas haya vapor de agua en el aire.sofia6

Es cierto que además en los últimos años las ópticas adaptativas han supuesto un enorme avance a la hora de luchar contra las distorsiones inducidas por la atmósfera, ya que, resumiendo, lo que hacen es medir estas en tiempo real y aplicar las correcciones oportunas, y han permitido obtener resultados espectaculares con telescopios terrestres.

Pero por mucho que avance la técnica la atmósfera terrestre es muy eficaz a la hora de absorber ciertas radiaciones, para bien de nuestra salud, como por ejemplo la infrarroja, con lo que simplemente hay observaciones que no se pueden hacer desde la superficie terrestre y por eso seguirá siendo necesario poner en órbita telescopios como el Hubble o su sustituto, el telescopio espacial James Webb, a pesar del coste que tienen.

De todos modos, la NASA y el Centro Alemán de Aviación y Vuelos Espaciales (DLR) están trabajando desde hace ya unos años en una solución intermedia, el telescopio SOFIA, el Observatorio Estratosférico para la Astonomía Infrarroja, que no es ni más ni menos que un telescopio refractor de 2,5 metros montado en un Boeing 747SP convenientemente modificado.

SOFIA en vuelo – NASA/ Jim Ross

A su altura de trabajo de unos 12 kilómetros casi todo el vapor de agua de la atmósfera terrestre queda por debajo del telescopio, con lo que podrá observar aproximadamente un 85% del rango infrarrojo. Además, al estar montado en un avión se puede desplazar a prácticamente cualquier lugar del mundo para realizar observaciones, algo «un poquito» más complicado de hacer con los telescopios fijos de toda la vida.sofia7

Tras poner en marcha el proyecto en 1996 y después de unos años de retraso atribuibles fundamentalmente a la reunificación alemana añadidos a los habituales aumentos de costes de estos proyectos, la NASA llegó incluso a pararlo a principios de 2006.

Afortunadamente una revisión técnica de este determinó que era viable, con lo que a mediados de ese mismo año se le dio el visto bueno para seguir adelante, y hace apenas unos días que se produjo un importante paso adelante, con la apertura en vuelo por primera vez de la cubierta del telescopio:

SOFIA con la cubierta abierta – NASA Photo / Tom Tschida

Esta solo estuvo abierta durante un par de minutos, con el objetivo de recoger datos acerca de como influye en la aerodinámica y en el comportamiento del avión, que aún tendrá que realizar unos cuantos vuelos de prueba más a lo largo de 2010, incluyendo dos específicamente diseñados para comprobar el funcionamiento de los sistemas de aislamiento de vibraciones, de estabilización inercial, y de guiado y control del telescopio.sofia8

La idea es que el observatorio quede completamente certificado para el vuelo a lo largo del año que viene y que pueda empezar a realizar vuelos científicos para 2011, con la entrada plena en servicio prevista para 2014, a la que seguirá lo que se espera que sea una vida útil de 20 años.

Por cierto que SOFIA no es el primer telescopio montado en un avión, ya que el puesto le corresponde al Kuiper Airborne Observatory (Observatorio Aerotransportado Kuiper), que montaba un reflector Cassegrain de 91,5 centímetros en un C-141 Starlifter y que estuvo en servicio de 1974 a 1995.

Este telescopio infrarrojo aerotransportado de la NASA permite la observación desde la troposfera.

Este Boeing 747 SP fue adaptado parasofia9 ser un telescopio que puede hacer sus observaciones en pleno vuelo. Los inicios de esta nave son puramente comercial, voló por primera vez como un avión de pasajeros de Pan Am, luego pasó a manos de United Airlines en 1986 para luego ser parte del equipo de la NASA en 1997.

Oficialmente conocido como el Stratospheric Observatory for Infrared Astronomy, SOFIA (Observatorio Estratosférico para Astronomía Infrarroja), la NASA dice que los datos proporcionados por SOFIA “no se pueden obtener por cualquier otra instalación astronómica en la tierra o en el espacio.” A diferencia de los telescopios y satélites fijos en órbita o en la Tierra, SOFIA es móvil, por lo que pueden detectar mejor los eventos espaciales transitorios como supernovas y cometas.

La NASA cuenta además con un socio de este proyecto, se trata del Centro Aeroespacial Alemán (DLR), justo en este tiempo el equipo se encuentra en mantenimiento en Alemania, este proceso llevará al menos 5 meses. Las características de SOFIA son muy especiales:

  • 17 toneladas de peso
  • Telescopio infrarrojo de 2.5 metros
  • Puerta corrediza de 16 x 23 metros
  • 20 años de vida estimada del equipo
  • 70 millones de presupuesto actual
  • Puede volar hasta por 12 horas continuas
  • Llega a alturas de 45,000 pies, es decir por encima de la troposfera.

Esto último le permite realizar sus observaciones infrarrojas, ya que a esa altura se evita el 99,8 por ciento del vapor de agua contenida en la atmósfera.sofia10

SOFIA (Stratospheric Observatory for Infrared Astronomy, es el mayor observatorio aéreo en el mundo para estudiar el universo en longitudes de onda infrarrojas. Consiste en un telescopio optimizado para el infrarrojo de 2,7 m de diámetro en su espejo principal a bordo de un avión Boeing 747SP que lo eleva hasta altitudes entre 12 y 14 km. Al volar por encima de la capa atmosférica de vapor de agua, SOFIA es capaz de hacer observaciones que son imposibles incluso para los telescopios terrestres más grandes. SOFIA es una colaboración entre la NASA y el Centro Aeroespacial Alemán.

Recortes de la NASA

La primera víctima es el observatorio aéreo infrarrojo SOFIA (Stratospheric Observatory for Infrared Astronomy), un programa conjunto entre la NASA y la agencia espacial alemana DLR. Según el informe la razón de que SOFIA vaya a ser sacrificado es que su retorno científico ha resultado ser inferior al esperado. SOFIA fue concebido para realizar observaciones conjuntas con los observatorios infrarrojos espaciales Spitzer y Herschel, pero los numerosos retrasos que sufrió el programa han provocado que este curioso avión-telescopio haya llegado demasiado tarde (Spitzer y Herschel ya han finalizado sus misiones primarias). Y eso por no hablar de los larguísimos periodos de mantenimiento que han protagonizado los primeros años de vida de este observatorio. Una pena, pero se supone el futuro telescopio James Webb compensará la pérdida. SOFIA le costaba a la NASA unos ochenta millones de dólares al año y su clausura saldrá por unos trece millones.