Dolmen de Soto
Dolmen de Soto
Trigueros – Huelva
El dolmen de Soto, datado entre el 3000 y el 2500 a.C.- se encuentra en la localidad de Trigueros, provincia de Huelva (España), siendo uno de los más importantes entre los más de doscientos monumentos megalíticos descubiertos en la provincia. Este dolmen es uno de los más impactantes ejemplos del neolítico en el sur de España.1
Fue descubierto en la finca “La Lobita” en 1922 por Armando de Soto, iniciándose inmediatamente las excavaciones, que duraron tres años, terminándose con un estudio de Hugo Obermaier. En 1931 fue declarado Monumento Nacional. Está en buen estado de conservación, pese a que fue expoliado, encontrándose en las excavaciones ocho cuerpos, colocados en cuclillas con sus ajuares correspondientes.
Desde 1987 es de titularidad pública, dependiente de la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. En 2008 se concluyó la primera fase de la puesta en valor de este monumento, tras unas investigaciones que lo situaron, por su anillo perimetral de más de 80 metros, como una de las mayores construcciones megalíticas de Europa Occidental.2 En este estudio se pudo fijar mediante dataciones de carbono 14, la fecha de su construcción hacia finales del tercer milenio.
Se trata de un dolmen perteneciente a la familia de los dólmenes de corredor largo (conjunto de dólmenes yuxtapuestos), siendo el más grande de los encontrados en la provincia de Huelva. Su longitud es de casi 21 m., variando su anchura desde los 0,82 m. en la puerta hasta los 3,10m. en la cámara. Está orientado de Levante a Poniente, de tal manera que los primeros rayos de sol en el equinocio, avanzan por el corredor y se proyectan en la cámara durante unos minutos, en un rito donde quizás los difuntos renacían de la vida de ultratumba, bañados por la luz solar.
A continuación se transcribe, casi en su totalidad, el:
Blog de Francisco Javier Torres Goberna
El término municipal de Trigueros se localiza en la Ribera Baja del Tinto, en la denominada Tierra Llana de Huelva. En esta zona de campiña se descubrió el dolmen de Soto, en la finca “La Lobita” bajo una pequeña loma llamada el “cabecillo del Zancarrón“, a unos quinientos metros de la ribera del arroyo Candón.
El Zancarrón era un suave cerro casi circular de 75 m de diámetro y unos 3,5 m de altura, resultado de la acumulación de tierra blancuzca y fragmentos de piedra traídos desde otro lugar. El cabecillo destacaba claramente sobre la campiña que lo rodeaba y en su punto más alto se construyó en 1919 una casita para el guarda de la finca.
El dolmen de Soto fue descubierto en 1923 por Armando de Soto, propietario de la finca, y la excavación la realizó el arqueólogo Hugo Obermaier Grad (1877-1946). Sus resultados se publicaron en marzo de 1.924 en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. El 3 de junio de 1.931 fue declarado Monumento Nacional y desde 1987 es de titularidad pública y dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
Hugo Obermaier-Armando de Soto-Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó (D-I) (1923)
Todo el conjunto del dolmen de Soto tuvo que ser restaurado mediante varias intervenciones. La primera la llevó a cabo el Ministerio de Cultura en 1957 y en 1981 Ismael Guarner acometió la fase inicial del proyecto de restauración. Este mismo arquitecto desarrolló la segunda fase en 1982, presentando la Memoria final de las obras realizadas en 1985. En 1986 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía comenzó el proyecto de protección arqueológica del monumento realizando mejoras en el cerramiento, interior, entorno y acceso del dolmen, mediante el asfaltado de una serie de caminos que lo conectan con la A-286 y la nacional 436.
El círculo de piedras del Neolítico (4000-3000 a.C)
A partir del 4000 a.C, grupos humanos comenzaron a establecerse en esta región de Huelva. En esa época neolítica el clima del lugar era más húmedo que el actual y había una mayor densidad de vegetación, principalmente bosques de encinas. Como demuestran los análisis polínicos, la actividad humana relacionada con la agricultura y la ganadería provocó la progresiva desaparición de la masa forestal, de modo que en el período de transición entre el Neolítico Final y el Calcolítico predominaban las dehesas y las zonas de cultivo de cereales y vid.
Las excavaciones arqueológicas han descubierto que durante el Neolítico en este lugar ya se erigía un círculo de piedras sobre el cual posteriormente se levantó el dolmen de Soto, de modo que el anillo perimetral del túmulo que podemos contemplar actualmente es similar en tamaño y trazado al del primitivo círculo lítico.
Este círculo medía unos 60 m de diámetro y estaba constituido por piedras de distintas formas, tamaños y materiales: bloques, menhires, estelas-menhires de grauvaca, calcarenitas y conglomerados ferruginosos. A su lado había un grupo de cabañas, hogueras y estructuras votivas o rituales, que eran utilizadas en ceremonias y en prácticas relacionadas con la astronomía.
En base a los restos encontrados, se supone que debió tratarse de un santuario de gran importancia utilizado durante cientos de años hasta la Edad del Cobre, momento en el que fue transformado en dolmen empleando para ello los menhires y estelas-menhires del antiguo círculo.
Una de estas piedras reutilizadas es la losa 21 de la pared izquierda del dolmen, en la que aparece grabado un posible “ídolo dolménico oculado” del que se distingue la nariz, los dos ojos, el pecho y los brazos. El hecho de que esta representación esté colocada al revés, es una prueba de que la piedra sobre la que se halla fue extraída del círculo lítico y recolocada en posición invertida en el corredor del dolmen. Por lo tanto la figura que aparece en ella sería anterior a la construcción del dolmen y correspondería a la época neolítica.
El dolmen de Soto I (3000-2500 a.C)
El dolmen de Soto es una de las mayores construcciones megalíticas de Europa Occidental y la datación con carbono 14 estableció su antigüedad hacia finales del tercer milenio, en el período conocido como Eneolítico, Calcolítico o Edad del Cobre (3000- 2500 a.C).
Planta círculo piedras y estructuras neolíticas previas al dolmen de Soto (J.A Linares Catela)
El túmulo que recubre toda la estructura forma una colina circular de unos 3,5 m de altura y 70 m de diámetro, que sería visible desde varios kilómetros en la llanura que lo rodea. Fue construido mediante sucesivas capas de arcilla, rematado con cantos de río y delimitado por un anillo perimetral de bloques de piedras (calcarenitas, conglomerados ferruginosos, lajas de pizarra y grauvacas), hincados verticalmente y junto a las cuales se han hallado restos de platos de borde almendrado, cazuelas y cerámicas globulares.
Este anillo de piedras está rodeado por un deambulatorio pavimentado con cantos de cuarzo y cuarcita.
El sepulcro mide 21,5 m de largo y consta de 64 monolitos verticales, de los que 30 componen la pared derecha del corredor y 33 la izquierda. Algunos de ellos son estelas y menhires que formaban parte del círculo de piedras neolítico y que fueron reutilizados en la construcción del megalito.
La cabecera de la cámara la ocupa una gran losa de 3,41 m de altura, 3,10 m de ancho, un grosor de 0,72 m y un peso aproximado de 21,3 tm.
Casi todas las losas tienen zapata y han sido consolidadas con muros de contención de hasta dos metros de espesor, realizados con una masa dura de cantos y fragmentos de pizarra entremezclados con arcilla.
Maqueta del dolmen de Soto (Museo Arqueológico de Huelva)
Obermaier tan sólo encontró veinte losas de la cubierta del corredor y ninguna de la cámara ya que fueron utilizadas por los campesinos en sus construcciones, apreciándose en algunos trozos las huellas de los barrenos.
El acceso al interior del túmulo se realiza desde la puerta orientada al E y situada en el atrio externo abierto. Cuando Obermaier realizó su excavación, la entrada tenía una altura de 145 cm y una anchura de 93 cm.
Tras la puerta, un corredor con suelo de arcilla compactada nos conduce al interior. Al principio el piso es ligeramente descendente pero pronto se nivela, a la vez que la anchura y la altura del sepulcro van aumentando progresivamente.
La galería continúa y a 4 m de la entrada llegamos a la antecámara, a la que se accede pasando por una segunda puerta que en el momento de la excavación medía 1,74 m de alto, con anchura entre las dos jambas de 82 cm.
A 6 m de la entrada hay un pequeño pilar libre y a 14,5 m desde la puerta comienza la cámara, que cuando se excavó tenía una altura de 2,30 m y una anchura de 2,10 m.
El interior de la cámara se halla a 19 m de la entrada y su altura es de 3,41 m con una anchura de 3,10 m.
Para la construcción de este colosal megalito se extrajeron enormes bloques de piedra realizando perforaciones en las rocas con herramientas muy rudimentarias, mediante las cuales se trazaban unas líneas de agujeros en los que se introducían cuñas de madera que al dilatarse por efecto del agua desgarraban grandes lajas. Sabemos que los ortostatos y losas de la cubierta del dolmen de Soto proceden de varios lugares, algunos de ellos muy distantes. Las rocas calizas, pizarras y conglomerados fueron traídas desde Niebla (6 km); las rocas areniscas desde Lucena (10 km); hay dos bloques de rocas volcánicas del Andévalo (30 km); los granitos fueron extraídos a unos 40 km de distancia. El transporte de todos estos materiales se realizó mediante arrastre, utilizando rodillos sobre los que se colocaban las losas y empleando la técnica de elevación de planos inclinados de tierra prensada. Además, como ya dije anteriormente, también se reutilizaron algunos monolitos que formaban parte del antiguo círculo neolítico.
En el centro de la cámara y delante de la cabecera existía una “pileta” o “mesa” rectangular muy baja de 115 cm de largo, 75 cm de ancho y 15 cm de alto, realizada con dos capas superpuestas de guijarros blancos unidos con arcilla.
Localización de la pileta dentro de la cámara (Obermaier)
Cámara funeraria con la pileta al fondo (Obermaier)
Se supone que tenía un uso ritual y que sobre ella se depositaban materiales, objetos o huesos durante la realización de las ceremonias. La presencia de este pileta es un hecho infrecuente, ya que en la mayor parte de los casos aparecen en sepulcros de cúpula del O penínsular. Obermaier también encontró restos de pequeñas hogueras que según el arqueólogo hispano-alemán no estaban relacionadas con las sepulturas y que tampoco habían afectado a los huesos.
Como dije anteriormente, la puerta de acceso al interior del sepulcro está orientada al E, de modo que en los ortos solares de los equinocios de primavera y otoño, los rayos de luz entran y recorren el corredor para llegar hasta el fondo de la cámara. Por lo tanto este monumento aúna tanto las creencias rituales vinculadas a la muerte y la regeneración, como el conocimiento astronómico necesario para controlar los ciclos de la naturaleza en la actividad agrícola y ganadera.
Las sepulturas
Cuando Hugo Obermaier excavó el dolmen de Soto comprobó que conservaba intacto su interior, debido a que una argamasa de arcilla durísima llenaba el sepulcro hasta casi la altura del techo y había recubierto las sepulturas totalmente. Desconocemos cuándo y cómo fue rellenado el dolmen con arcilla, pero en todo caso impidió que el éste fuera saqueado, aunque dificultó mucho los trabajos de excavación.
La enorme presión producida por todo este volumen de arcilla destruyó todos los restos humanos y cerámicos, por lo que Obermaier no pudo extraer más que fragmentos de huesos, entre los que destaca la mitad de una mandíbula superior de un hombre de complexión fuerte y de unos cuarenta años de edad; un fragmento de mandíbula inferior de una mujer; quince fragmentos de bóvedas craneanas; una porción de fémur superior y dientes. La sepultura que estaba más dañada era la número uno, situada en la entrada junto a la losa 4 de la pared derecha, donde también se encontraron restos de cerámica romana y árabe, lo que hace pensar que fue saqueada.
Dentro del sepulcro, Obermaier localizó restos de ocho cuerpos todos ellos situados junto a ortostatos que presentaban signos grabados. Los cadáveres fueron colocados en posición agachada, atados y envueltos en cueros y tejidos, para posteriormente ser llevados al interior del dolmen. Allí se situaron “sentados” a cierta altura sobre el suelo y con la espalda apoyada en la pared del monolito, lo cual es frecuente en los enterramientos megalíticos ya que permite aprovechar todo el espacio. El ajuar funerario se colocó al lado de cada uno de los cuerpos, e incluso es posible que en parte dentro de la propia cobertura del cadáver. Junto a los cráneos aparecieron restos de cerámica.
En su excelente trabajo, Obermaier describe la disposición de las sepulturas y el ajuar encontrado en cada una de ellas.
Pared N o derecha:
Sepultura 1. Junto a la losa 4 en la que aparece un grabado escutiforme. El ajuar consistía en sílex tallados, cerámica y un hacha.
Sepultura 2. Junto a la losa 15 decorada con tres círculos. Se encontraron sílex tallados, cerámica y un hacha.
Sepulturas 3 y 4. Restos de un adulto y un niño de unos cinco años (tal vez madre e hijo) junto a la losa 24, decorada con varios grabados entre los que destacan dos figuras antropomórficas esquemáticas. La figura de mayor tamaño parece proteger bajo su brazo derecho a otra persona mucho más pequeña, por lo que pudiera tratarse de una representación de los dos difuntos. Además de otros objetos se encontró un puñal de pizarra y un pequeño brazalete cónico que por su tamaño debió pertenecer al niño.
Sepultura 5. Junto a losa 29, con diseño esquematizado. Restos de un cuenco fino, sílex tallado y varias hachas.
Cabecera:
Sepultura 6. Un cadáver al pie de la gran losa con dos signos antropomorfos.
Pared S o izquierda:
Sepultura 7. Junto losa 20, con inscripciones de tres puñales.
Sepultura 8. Losa 25, con dos puñales tallados.
Los hallazgos de Obermaier llevan a concluir que el dolmen de Soto fué realizado para albergar los cuerpos de personas que tenían relevancia social dentro de su comunidad y que probablemente estaban unidas por lazos de parentesco. De la presencia del cadáver de un niño y de la edad atribuida a los huesos encontrados, podemos deducir que la mortalidad infantil debió ser alta durante el Calcolítico. Probablemente la esperanza de vida estaría entre los veinte y los cuarenta años y muy pocos individuos superarían los sesenta años.
Los grabados
El hecho de que el dolmen de Soto se encontrara pintado y grabado por completo, lo convierte en uno de los monumentos más interesantes del megalitismo europeo.
Todos los ortostatos y losas de la cubierta estaban decorados con pinturas de color rojo y grabados realizados utilizando diversas técnicas, como el piqueteado, la incisión, la abrasión o el bajorrelieve.
Los motivos que aparecen en estos petroglifos son todos muy esquemáticos, como elementos geométricos, antropomorfos, idoliformes, cazoletas, hachas, puñales o líneas, símbolos todos ellos que guardan gran semejanza con los encontrados en otros megalitos de la Europa Atlántica. Además, todos los restos humanos hallados en el interior del dolmen estaban cerca de losas en las que había grabados símbolos, por lo que es razonable pensar en un simbolismo religioso relacionado con la muerte.
La presencia de varias representaciones de puñales triangulares de metal típicos de la Edad del Cobre, con empuñadura recta, vaina y a veces con regatones ovales, nos aporta una referencia a la hora de datar este tipo concreto de diseños.
No obstante, no existe consenso en lo que se refiere a si los grabados y pinturas eran contemporáneos a los monumentos megalíticos o si fueron realizados posteriormente. Incluso hay divergencia en si las pinturas y los grabados son contemporáneos, ya que las pinturas suelen representar temas naturalistas y los grabados más abstractos.
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